El señor GIL ROBLES:
... Con esta Constitución no se puede gobernar, porque las Cortes Constituyentes, llevadas de un afán ultraparlamentario y ultrademocrático, han hecho un instrumento de Gobierno que está plagado de dificultades, y en estos instantes en los cuales en el mundo entero va conquistando adeptos la corriente antidemocrática y antiparlamentaria, empeñarse en mantener una Constitución de este tipo no llevará más que a una solución: una dictadura de izquierda o una dictadura de derecha, que no apetezco para mi Patria, porque es la peor de las soluciones en que pudiéramos pensar. (El señor PRIMO DE RIVERA: "De izquierdas o de derechas es mala solución. Una integral, autoritaria, es una buena solución".) No creo preciso discutir con nadie en estos momentos, y menos con personas a quien estimo tanto como al señor Primo de Rivera, la conveniencia de una dictadura de izquierdas o de derechas, ni tampoco las soluciones venturosas de una dictadura de tipo nacional. Yo sé por dónde S.S. va, y he de decir, para que a todos nos sirva de advertencia, que por ese camino marchan muchos españoles, y esa idea va conquistando a las generaciones jóvenes; pero yo, con todos los respetos debidos a la idea y a quien la sostiene, tengo que decir con toda sinceridad que no puedo compartir ese ideario, porque para mí un régimen que se basa en un concepto panteísta de la divinización del Estado y en la anulación de la personalidad individual, que es contrario incluso a principios religiosos en que se apoya mi política, nunca podrá estar en mi programa, y contra ella levantaré mi voz, aunque sean afines y amigos míos los que lleven en alto esa bandera. (Grandes aplausos en el centro.)
EI señor PRIMO DE RIVERA:
Permitidme, señores diputados –y sirvan estas primeras palabras de excusa y saludo–, que tercie en una discusión en la que hoy no esperaba hacerme oír, para poner en claro, con la misma publicidad que ha rodeado a las palabras, siempre tan acertadas y tan hábiles, del señor Gil Robles, algo que pudiera parecer una imputación ideológica para una juventud a la que ha aludido y de la que acaso tenga yo algún título para considerarme parte.
... Con esta Constitución no se puede gobernar, porque las Cortes Constituyentes, llevadas de un afán ultraparlamentario y ultrademocrático, han hecho un instrumento de Gobierno que está plagado de dificultades, y en estos instantes en los cuales en el mundo entero va conquistando adeptos la corriente antidemocrática y antiparlamentaria, empeñarse en mantener una Constitución de este tipo no llevará más que a una solución: una dictadura de izquierda o una dictadura de derecha, que no apetezco para mi Patria, porque es la peor de las soluciones en que pudiéramos pensar. (El señor PRIMO DE RIVERA: "De izquierdas o de derechas es mala solución. Una integral, autoritaria, es una buena solución".) No creo preciso discutir con nadie en estos momentos, y menos con personas a quien estimo tanto como al señor Primo de Rivera, la conveniencia de una dictadura de izquierdas o de derechas, ni tampoco las soluciones venturosas de una dictadura de tipo nacional. Yo sé por dónde S.S. va, y he de decir, para que a todos nos sirva de advertencia, que por ese camino marchan muchos españoles, y esa idea va conquistando a las generaciones jóvenes; pero yo, con todos los respetos debidos a la idea y a quien la sostiene, tengo que decir con toda sinceridad que no puedo compartir ese ideario, porque para mí un régimen que se basa en un concepto panteísta de la divinización del Estado y en la anulación de la personalidad individual, que es contrario incluso a principios religiosos en que se apoya mi política, nunca podrá estar en mi programa, y contra ella levantaré mi voz, aunque sean afines y amigos míos los que lleven en alto esa bandera. (Grandes aplausos en el centro.)
EI señor PRIMO DE RIVERA:
Permitidme, señores diputados –y sirvan estas primeras palabras de excusa y saludo–, que tercie en una discusión en la que hoy no esperaba hacerme oír, para poner en claro, con la misma publicidad que ha rodeado a las palabras, siempre tan acertadas y tan hábiles, del señor Gil Robles, algo que pudiera parecer una imputación ideológica para una juventud a la que ha aludido y de la que acaso tenga yo algún título para considerarme parte.
El señor Gil Robles ha dicho que es mala solución una dictadura de derechas y que es mala solución una dictadura de izquierdas. Pues bien: los miembros de esa juventud de la que formo parte consideramos que no es sólo mala una dictadura de derechas y una dictadura de izquierdas, sino que ya es malo que haya una posición política de derechas y una posición política de izquierdas. El señor Gil Robles entiende que el aspirar a un Estado integral, totalitario y autoritario es divinizar al Estado, y yo le diré al señor Gil Robles que la divinización del Estado es cabalmente lo contrario de lo que nosotros apetecernos.
Nosotros consideramos que el Estado no justifica en cada momento su conducta, como no la justifica un individuo, ni la justifica una clase, sino en tanto se amolda en cada instante a una norma permanente. Mientras que diviniza al Estado la idea rousseauniana de que el Estado, o los portadores de la voluntad que es obligatoria para el Estado, tiene siempre razón; lo que diviniza al Estado es la creencia en que la voluntad del Estado, que una vez manifestaron los reyes absolutos, y que ahora manifiestan los sufragios populares, tiene siempre razón. Los reyes absolutos podían equivocarse; el sufragio popular puede equivocarse; porque nunca es la verdad ni es el bien una cosa que se manifieste ni se profese por la voluntad. El bien y la verdad son categorías permanentes de razón, y para saber si se tiene razón no basta preguntar al rey –cuya voluntad para los partidarios de la soberanía absoluta era siempre justa–, ni basta preguntar al pueblo –cuya voluntad, para los rousseaunianos es siempre acertada–, sino que hay que ver en cada instante si nuestros actos y nuestros pensamientos están de acuerdo con una aspiración permanente. (Muy bien.)
Por eso es divinizar al Estado lo contrario de lo que nosotros queremos. Nosotros queremos que el Estado sea siempre instrumento al servicio de un destino histórico, al servicio de una misión histórica de unidad: encontramos que el Estado se porta bien si cree en ese total destino histórico, si considera al pueblo como una integridad de aspiraciones, y por eso nosotros no somos partidarios ni de la dictadura de izquierdas ni de la de derechas, ni siquiera de las derechas y las izquierdas, porque entendemos que un pueblo es eso: una integridad de destino, de esfuerzo, de sacrificio y de lucha, que ha de mirarse entera y que entera avanza en la Historia y entera ha de servirse. (Muy bien.)