Eran jóvenes. Eran alegres. Los que les asesinaron no pensaron en ello, ni pensaron en los llantos de sus madres. No olvidaron, sin embargo, el remojar sus gargantas en la suciedad de la taberna. Los que les asesinaron llevaban la marca inconfundible de degenerados.
Fueron los mismos que nos prometían paraísos rojos, los que nos aseguraban con aire de triunfo que en Rusia no existía el matrimonio y que se podía gozar ilimitadamente de sucios placeres. Fueron los mismos que vendían postales clandestinas en los cabarets de los bajos fondos.
Los nuestros eran alma y vida de España. Sus camisas azules marcaban un perfil claro en días disciplinados, limpios, heroicos. Sus ARRIBA ESPAÑA contrastaban con los grititos infames de los homosexuales que los asesinaron. Y es que en las filas de la antiespaña bulle todo lo zafio, todo lo repugnante, todo lo degenerado.
Miradlos, ahí los tenéis. Son infamia y podredumbre; el chulito pistolero, la niña comunista, estudiante en apariencia, el poeta revolucionario, amigo del cabaret y fabricante de poesías chabacanas; los literatos rojos, grandes creadores de artículos de compra=venta y los comerciantes de pasquines y manifiestos subversivos; los “leaders” socialistas, burgueses, llenos de millones mal ganados, que se atreven a hablar de los “pobrecitos proletarios”.
No hay más: ahí los tenéis a todos; ellos forman el frente rojo.
¿Los obreros? Los obreros son sangre y suelo de España, son energía y vida de España, son parte de los nuestros. No los creáis enemigos aunque griten contra nosotros, aunque nos apedreen, aunque sean capaces de disparar contra nosotros. No, camaradas: no son enemigos todos los que os miran con malos ojos cuando voceáis nuestro periódico, cuando repartís nuestras hojas. Son parte misma de nuestras Falanges.
Llegará un día en que todos los españoles nos abracemos con sincera emoción, un día a partir del cual ya no caerán más nuestros, ya no habrán más luchas, ya no habrá más partidos. Este día veréis, camaradas, como todos los que ahora consideráis enemigos levantan su brazo en signo de amor, en signo de imperio y también veréis como ese frente rojo, -y ese poeta revolucionario, ese chulito comunista, ese banquero socialista- huye otra vez a sus antiguos menesteres –vicio, podredumbre y degeneración-.
Ese día será de paz entre los hombres y en el veréis sonreír a nuestros camaradas muertos, formados en el más allá y gritando un súper humano ¡¡ARRIBA ESPAÑA!!
Artículo censurado por el gobierno de la II Segunda República en 1936. Escrito por José Antonio Primo de Rivera.