martes, 24 de enero de 2012

GUIONES


Disciplina

  Los jefes se pueden equivocar, porque son humanos; pero, por la misma razón, pueden equivocarse los llamados a obedecer cuando juzgan que los jefes se equivocan. Con la diferencia de que en este caso, al error personal, tan posible como en el jefe y mucho más probable, se añade el desorden que representa la negativa o la resistencia a obedecer.

  Un buen militante de la Falange debe confiar siempre en que los jefes no se equivocan. La jefatura dispone de muchos asesoramientos y pesa muchos datos que no conocen todos. Por eso hay que presumir que los jefes tienen razón, aunque, desde fuera cueste, en algún caso, adivinar sus antecedentes o sus móviles.

  Además hay que suponer en los jefes calidades que los hagan dignos de la jefatura. Si no las tuvieran, no estarían en su puesto, ni quienes les siguen hubieran acatado su autoridad. La autoridad de los jefes se acepta de una vez, y de una vez, por razones hondísimas, se rehusa. Lo inadmisible, por anárquico y deprimente, es que cada cual revise a diario su severo voto de disciplina.


El terreno de lucha

  Falange Española aceptará y presentará siempre combate en el terreno en que le convenga, no en el terreno que convenga a los adversarios.

  Entre los adversarios hay que incluir a los que, fingiendo acucioso afecto, la apremian para que tome las iniciativas que a ellos les parecen mejores.

Murmuración

  La vida es milicia. La Falange es milicia. Y una de las primeras renuncias que lo militar exige es la renuncia a la murmuración. Los soldados no murmuran. Los falangistas no murmuran. La murmuración es el desagüe, casi siempre cobarde, de una energía insuficiente para cumplir en silencio con el deber.

  Aquellos de los nuestros que no se sientan con fuerzas de espíritu para sobreponerse a la comezón de murmurar, deben constituirse en jueces de honor de sí mismos y expulsarse de la Falange por indignos de pertenecer a ella.

Silencio

  Aprendamos cada página y cada línea de la lección de los caídos; esa lección que, para tener todo decoro, se reviste con el supremo derecho del silencio.

El honor de la Falange

  El honor de la Falange es el honor de cada uno de nosotros. Guardémonos de contribuir con nuestros actos o con nuestras palabras a que desmerezca en lo más mínimo el honor de la Falange.

FE, núm.3, 18 de enero de1934.

viernes, 20 de enero de 2012

PUNTOS INICIALES


I. ESPAÑA

Falange Española cree resueltamente en España. España no es un territorio.

NI un agregado de hombres y mujeres.

España es, ante todo, UNA UNIDAD DE DESTINO. Una realidad 'histórica.

Una entidad verdadera en sí misma, que supo cumplir –y aún tendrá que cumplir– misiones universales.


* * *

Por tanto, España existe:

1º. Como algo DISTINTO a cada uno de los individuos y de las clases y de los grupos que la integran.

2º. Como algo SUPERIOR a cada uno de esos individuos, clases y grupos, y aun al conjunto de todos ellos.
* * *
Luego España, que existe como realidad distinta y superior, ha de tener sus fines propios.

Son esos fines:

1º. La permanencia en su unidad.

2º. El resurgimiento de su vitalidad interna.

3º. La participación, con voz preeminente, en las empresas espirituales del mundo.



II. DISGREGACIONES DE ESPAÑA

Para cumplir esos fines, España tropieza con un gran obstáculo: está dividida:

1º. Por los separatismos locales.

2º. Por las pugnas entre los partidos políticos.

3º. Por la lucha de clases.

* * *

El separatismo ignora u olvida la realidad de España. Desconoce que España es, sobre todo, una gran UNIDAD DE DESTINO.

Los separatistas se fijan en si hablan lengua propia, en si tienen características raciales propias, en si su comarca presenta clima propio o especial fisonomía topográfico.

Pero –habrá que repetirlo siempre– una nación no es una lengua, ni una raza, ni un territorio. Es una UNIDAD DE DESTINO EN LO UNIVERSAL. Esa unidad de destino se llamó y se llama España.

Bajo el signo de España cumplieron su destino –unidos en lo universal– los pueblos que la integran.
Nada puede justificar que esa magnífica unidad creadora de un mundo se rompa.

* * *

Los partidos políticos ignoran la unidad de España porque la miran desde el punto de vista de un interés PARCIAL.

Unos están a la DERECHA.

Otros están a la IZQUIERDA.

Situarse así ante España es ya desfigurar su verdad.

Es como mirarla con sólo el ojo izquierdo o con sólo el ojo derecho: de REOJÓ.

Las cosas bellas y claras no se miran así, sino con los dos ojos, sinceramente DE FRENTE.

No desde un punto de vista parcial, de partido, que ya, por serio, deforma lo que se mira.

Sino desde un punto de vista TOTAL, de Patria, que al abarcarla en su conjunto corrige nuestros defectos de visión.

* * *

La lucha de clases ignora la unidad de la Patria, porque rompe la idea de laproducción nacional como conjunto.

Los patronos se proponen, en estado de lucha, ganar más.
Los obreros, también.
Y, alternativamente, se tiranizan.

En las épocas de crisis de trabajo, los patronos abusan de los obreros.
En las épocas de sobra de trabajo, o cuando las organizaciones obreras son muy fuertes, los obreros abusan de los patronos.

Ni los obreros ni los patronos se dan cuenta de esta verdad: Unos y otros son cooperadores en la obra conjunta de la PRODUCCION NACIONAL. No pensando en la producción nacional, sino en el interés o en la ambición de cada clase, acaban por destruirse y arruinarse patronos y obreros.


III. CAMINO DEL REMEDIO

Si las luchas y la decadencia nos vienen de que se ha perdido la idea permanente de España, el remedio estará en restaurar esa idea. Hay que volver a concebir a España como realidad existente por sí misma.

Superior a las diferencias entre los pueblos.

Y a las pugnas entre los partidos.

Y a la lucha de clases.

Quien no pierda de vista esa afirmación de la realidad superior de España verá claros todos los problemas políticos.


IV. EL ESTADO

Algunos conciben al Estado como un simple mantenedor del orden, como un espectador de la vida nacional que sólo toma parte en ella cuando el orden se perturba, pero que no cree resueltamente en ninguna idea determinada.

Otros aspiran a adueñarse del Estado para usarlo, incluso tiránicamente, como instrumento de los intereses de su grupo o de su clase.

Falange Española no quiere ninguna de las dos cosas: ni el Estado indiferente, mero policía, ni el Estado de clase o grupo.

Quiere un Estado creyente en la realidad y en la misión superior de España.

Un Estado que, al servicio de esa idea, asigne a cada hombre, a cada clase y a cada grupo, sus tareas, sus derechos y sus sacrificios.

Un Estado de TODOS; es decir, que no se mueva sino por la consideración de esa idea permanente de España; nunca por la sumisión al interés de una clase ni de un partido.


V. SUPRESIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Para que el Estado no pueda nunca ser de un partido hay que acabar con los partidos políticos.

Los partidos políticos se producen como resultado de una organización política falsa: el régimen parlamentario.
En el Parlamento, unos cuantos señores dicen representar a quienes los eligen. Pero la mayor parte de los electores no tienen nada común con los elegidos: ni son de las mismas familias, ni de los mismos municipios, ni del mismo gremio.

Unos pedacitos de papel depositados cada dos o tres años en unas urnas son la única razón entre el pueblo y los que dicen representarle.

* * *

Para que funcione esa máquina electoral, cada dos o tres años hay que agitar la vida de los pueblos de un modo febril.

Los candidatos vociferan, se injurian, prometen cosas imposibles.

Los bandos se exaltan, se increpan, se asesinan.

Los más feroces odios son azuzados en esos días. Nacen rencores que durarán acaso para siempre y harán imposible la vida en los pueblos.

Pero a los candidatos triunfantes, ¿qué les importan los pueblos? Ellos se van a la capital, a brillar, a salir en los periódicos y a gastar su tiempo en discutir cosas complicadas, que los pueblos no entienden.

* * *

¿Para qué necesitan los pueblos de esos intermediarios políticos? ¿Por qué cada hombre, para intervenir en la vida de su nación, ha de afiliarse a un partido político o votar las candidaturas de un partido político?

Todos nacemos en UNA FAMILIA.

Todos vivimos en un MUNICIPIO.

Todos trabajamos en un OFICIO o PROFESIÓN.

Pero nadie nace ni vive, naturalmente, en un partido político.

El partido político es una cosa ARTIFICIAL que nos une a gentes de otros municipios y de otros oficios con los que no tenemos nada de común, y nos separa de nuestros convecinos y de nuestros compañeros de trabajo, que es con quienes de veras convivimos.

Un Estado verdadero, como el que quiere Falange Española, no estará asentado sobre la falsedad de los partidos políticos ni sobre el Parlamento que ellos engendran.

Estará asentado sobre las auténticas realidades vitales:

La familia.

El Municipio.

El gremio o sindicato.

Así, el nuevo Estado habrá de reconocer la integridad de la familia, como unidad social; la autonomía del Municipio, como unidad territorial, y el sindicato, el gremio, la corporación, como bases auténticas de la organización total del Estado.


VI. DE LA SUPERACIÓN DE LA LUCHA DE CLASES

El nuevo Estado no se inhibirá cruelmente de la lucha por la vida que sostienen los hombres.

No dejará que cada clase se las arregle como pueda para librarse del yugo de la otra o para tiranizaría.

El nuevo Estado, por ser de todos, considerará como fines propios los fines de cada uno de los grupos que lo integren y velará como por sí mismo por los intereses de todos.

La riqueza tiene como primer destino mejorar las condiciones de vida de los más; no sacrificar a los más para lujo y regalo de los menos.

El trabajo es el mejor título de dignidad civil. Nada puede merecer más la atención del Estado que la dignidad y el bienestar de los trabajadores.

Así, considerará como primera obligación suya, cueste lo que cueste, proporcionar a todo hombre trabajo que le asegure no sólo el sustento, sino una vida digna y humana.

Eso no lo hará como limosna, sino como cumplimiento de un deber.

* * *

Por consecuencia, ni las ganancias del capital –hoy a menudo injustas– ni las tareas del trabajo estarán determinadas por el interés o por el poder de la clase que en cada momento prevalezca, sino por el interés conjunto de la producción nacional y por el poder del Estado.

Las clases no tendrán que organizarse en pie de guerra para su propia defensa, porque podrán estar seguras de que el Estado velará sin titubeo por todos sus intereses justos.

Pero sí tendrán que organizarse en pie de paz los sindicatos y los gremios, porque los sindicatos y los gremios, hoy alejados de la vida pública por la interposición artificial del Parlamento y de los partidos políticos, pasarán a ser órganos directos del Estado.

* * *

En resumen:

La actual situación de lucha considera a las clases como divididas en dos bandos, con diferentes y opuestos intereses.

El nuevo punto de vista considera a cuantos contribuyen a la producción como interesados en una misma gran empresa común.


VII. EL INDIVIDUO

Falange Española considera al hombre como conjunto de un cuerpo y un alma; es decir, como capaz de un destino eterno, como portador de valores eternos.

Así, pues, el máximo respeto se tributa a la dignidad humana, a la integridad del hombre y a su libertad.

Pero esta libertad profunda no autoriza a tirotear los fundamentos de la convivencia pública.

No puede permitirse que todo un pueblo sirva de campo de experimentación a la osadía o a la extravagancia de cualquier sujeto.

Para todos, la libertad verdadera, que sólo se logra por quien forma parte de una nación fuerte y libre.

Para nadie, la libertad de perturbar, de envenenar, de azuzar las pasiones, de socavar los cimientos de toda duradera organización política.

Estos fundamentos son: LA AUTORIDAD, LA JERARQUIA Y EL ORDEN.

* * *

Si la integridad física del individuo es siempre sagrada, no es suficiente para darle una participación en la vida pública nacional. La condición política del individuo sólo se justifica en cuanto cumple una función dentro de la vida nacional.

Sólo estarán exentos de tal deber los impedidos.

Pero los parásitos, los zánganos, los que aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás, no merecerán la menor consideración del Estado nuevo.



VIII. LO ESPIRITUAL

Falange Española no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos. No acepta la interpretación materialista de la Historia.

Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos.

* * *

Aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso.

Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá.

A esas preguntas no se puede contestar con evasivas; hay que contestar con la afirmación o con la negación.
España contestó siempre con la afirmación católica.

La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es además, históricamente, la española.

Por su sentido de CATOLICIDAD, de UNIVERSALIDAD, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación.

Así, pues, toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico.

Esto no quiere decir que vayan a renacer las persecuciones contra quienes no lo sean. Los tiempos de las persecuciones religiosas han pasado.

Tampoco quiere decir que el Estado vaya a asumir directamente funciones religiosas que correspondan a la Iglesia, ni menos que vaya a tolerar intromisiones o maquinaciones de la Iglesia, con daño posible para la dignidad del Estado o para la integridad nacional.

Quiere decir que el Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos.


IX. LA CONDUCTA

Esto es lo que quiere Falange Española.

Para conseguirlo, llama a una cruzada a cuantos españoles quieran el resurgimiento de una España grande, libre, justa y genuina.

Los que lleguen a esta cruzada habrán de aprestar el espíritu para el servicio y para el sacrificio.

Habrán de considerar la vida como milicia: disciplina y peligro, abnegación y renuncia a toda vanidad, a la envidia, a la pereza y a la maledicencia.

Y al mismo tiempo servirán ese espíritu de una manera alegre y deportiva.

* * *

La violencia puede ser lícita cuando se emplee por un ideal que la justifique.

La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o por la insidia– se las ataque.

Pero Falange Española nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.

Mienten quienes anuncian –por ejemplo– a los obreros una tiranía fascista.

Todo lo que es HAZ o FALANGE es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.

Falange Española, encendida Por un amor, segura en una fe, sabrá conquistar a España para España, con aire de milicia.

(FE, núm.1, 7 de diciembre de 1933)






sábado, 14 de enero de 2012

COMO HIZO "FE" SU PRIMERA SALIDA

  Apenas se anunció la salida de nuestro semanario, la U.G.T. le declaró el "boycott". Todos los obreros del Arte de Imprimir, afiliados a la Casa del Pueblo, recibieron orden terminante de no comprar ni tirar FE ¿Motivos? Se trata, para la Casa del Pueblo, de un semanario fascista. Ahora bien, los obreros de la Casa del Pueblo imprimen periódicos de todas las ideas, hasta las más extremas de la derecha. Los mandarines del socialismo no han implantado esa previa censura ni para las publicaciones tildadas por ellos de cavernícolas. ¿A qué se debe, por tanto, esta preferencia por FE?

  La cosa es bien clara: saben bien los magnates del enchufe que sus obreros van a interesarse poco por los principios de extrema derecha. Por eso no les importa que impriman y aun lean los periódicos derechistas. Pero saben también que nuestro movimiento sí que es capaz de ganar el espíritu de los obreros. Los principios que FE defiende son claros, resueltos, integradores. FE quiere una España de todos, levantada sobre la justicia social más severa. Quiere coordinar la riqueza y el trabajo en un sistema armónico, presidido constantemente por la idea de la producción nacional, no por el interés particular de ninguna clase. Cuando triunfen los principios de FE la vida del obrero ya no estará entregada al duro azar de la oferta y de la demanda, ni su defensa encomendada a la mediación de los charlatanes de la política; los Sindicatos constituirán pieza integrante del Estado mismo, y el bienestar obrero será visto por el Estado como apremiante finalidad propia. Esto no es una fantasía para la propaganda. Europa entera sabe que el obrero italiano y el obrero alemán han logrado los niveles más altos de ventaja económica, seguridad en el empleo y consideración civil. Lo mismo logrará el obrero español cuando triunfe nuestra Falange. ¿Cómo, pues, va a permitir la Casa del Pueblo que estas verdades se difundan? Los jefes socialistas necesitan tener a sus obreros bien aislados por una gruesa capa de embustes. Tienen que hacer creer a los obreros que el fascismo es un régimen de tiranía. El día en que los obreros sepan la verdad, se les han acabado a sus jefes los automóviles brillantes, los sueldos pingües y las plazas de consejeros en Compañías multimillonarias. ¡A cualquier hora permiten eso los "compañeros" líderes!


  Naturalmente, prohibieron la salida de FE. Y, naturalmente, los pobres trabajadores que ellos embaucan se negaron a componerla, convencidos de que boicoteaban una abominable publicación, instrumento de la tiránica burguesía.

Pero FE se compuso


  ¡Claro que se compuso! Ninguno de nosotros podrá olvidar la emoción de este número primero. A las cuatro de la tarde del martes 5 de diciembre nos encerramos en el taller. Para nosotros, los más de los redactores , era una emoción nueva la de componer una página. Hay un goce casi divino en esto de reducir a norma, a dibujo, a medida, todo un confuso caos de planchas, renglones aún calientes de la linotipia y caracteres sueltos. Nuestras manos se ennegrecían con la tinta y el plomo. Pero en su torpe aprendizaje iban acompañadas por manos seguras, por manos fuertes, por manos expertas. Las de los admirables obreros de este taller donde FE se imprime. Toda gratitud es poca para su pericia, su diligencia y su paciencia. Hombres de firmes nervios populares iban dando a las máquinas, sin dilación y sin premura, el original que les entregábamos nosotros. Parte hubo de escribirse allí mismo, casi de pie, con las cuartillas apoyadas en el pico de una platina.


  A las seis de la tarde vimos la prueba de la primera página, con el alegre grito de sus dos iniciales. Todos la miramos con emoción suspensa, como a un recién nacido. Aún estaba fresca la tinta y fragante el papel, con ese olor incitante de las imprentas.

  A las diez de la noche salieron de la prensa, concluidos, los cinco primeros ejemplares.


Estado de prevención

  – Estos cinco ejemplares –nos advirtieron– hay que llevarlos al Gobierno civil. Rige el estado de prevención y ninguna revista puede salir a la calle sin que la selle el Gobierno, por lo menos, con dos horas de anticipación.
Volamos hacia el Gobierno civil. Sus puertas estaban cerradas. Después de golpear un rato nos abrió un guardia de seguridad con la tercerola apercibida.

  – Venimos a presentar estos ejemplares de un periódico que se publica pasado mañana.

  – Ya no puede ser. La oficina de Prensa se cerró a las nueve.

  Desolación. Era imposible empezar la tirada. ¡Y nosotros que necesitábamos contar los minutos como monedas de oro para que las máquinas rotoplanas abastecieran a tiempo los correos de provincias Preguntamos:

  – ¿A qué hora se abre la oficina por la mañana?

  – A las cinco. Pero es para los periódicos de la mañana nada más.

  – Bien; volveremos, por si acaso.


  Eran las once. ¡Seis horas de espera y. de inactividad, con la angustia de perder los correos del día siguiente! Pero era inútil la lamentación. No había más que esperar, y esperar en vela. Nadie pensaba en acostarse.

Intermedio nocturno

  Pocos saben lo que duran seis horas en Madrid de noche, bajo un diluvio, y cerrados por la huelga de camareros todos los refugios posibles.

  Las luces de las calles se esfumaban con calidad lechosa en la neblina. Llovía sin cesar. Todo era de charol por las calles. Cada vez rodaban menos coches. Ya hacia las cuatro, en el silencio, se anunciaba cada uno desde muy lejos con una especie de tétrico zumbido. Luego cortaba la niebla como un fantasma. Nosotros ambulábamos, altos los cuellos de los abrigos, insensibles al frío y a la lluvia. Si en algún momento escampaba, nos era imposible contener el júbilo de releer, por la vez centésima, bajo un farol, los ejemplares destinados al Gobierno civil. Ya eran obsesiones para nosotros las erratas más leves. Pero, en cambio, el ver aquellas páginas, y tocarlas, y volverlas a leer, nos deparaba el gozo inagotable que depara la carta de una novia.


Las cinco, las siete, las once

  A las cinco subimos al Gobierno civil. Un funcionario, amabilísimo, se sobresalta al ver nuestra revista. No esperaba, a las cinco de la mañana, tal desayuno.

  – Pero esto –nos dice– es un periódico nuevo.

  – Sí.

  – ¿Diario?

  – No; semanal.

  – Entonces, no se puede presentar hasta las once de la mañana.

  ¡Hasta las once! Eso equivale a perder todos los correos del miércoles. La cosa tiene caracteres de catástrofe. Nuestra elocuencia busca los acentos más humildes para convencer al jefe de servicio. Pero él teme, sin duda, que FE esconda en sus páginas cosas tremendas. Nos dice.

  – Los periódicos nuevos tiene que verlos el propio señor Gobernador. Es imposible despacharles ahora.
Probamos por última vez.


  – ¿'Y si nos hiciera usted el favor de leer el número? 'Ya calculará que, en estado de prevención, hemos tenido buen cuidado en hacerlo de una suavidad irreprochable. Usted tiene experiencia de sobra para poder adivinar lo que va a parecerle al señor Gobernador. Si lo lee y le parece probable que se autorice, empezaremos a tirar por la mañana, aunque prometemos, naturalmente, que no saldrá un ejemplar solo mientras no obtengamos la licencia.

  – Bueno –dice al fin, complaciente, el señor de la ventanilla–. Vuelvan a las siete.
Dos horas más de errar por las calles. Volvemos a las siete.

  – Pueden ustedes empezar a tirar –se nos dice–. Pero vuelvan a las once, hasta esa hora no se les puede sellar el número.

  Amanece fuera y amanece en nosotros. Corremos a la imprenta. Empiezan a cantar las máquinas. A las once y minutos llega del Gobierno civil el número sellado. Cantas las máquinas todo el día. La afirmación enérgica de la primera plana se repite miles de veces: FE, FE, FE.

  La noche del miércoles al jueves, ya dormimos.


El número, denunciado

  El jueves, a las seis de la mañana, suena el teléfono en casa de nuestro director.

  – Sí. ¿Qué ocurre?

  – Ha venido la Policía. El fiscal ha denunciado dos de los artículos y el juez ha mandado recoger la tirada.

  – ¿Cuántos ejemplares hay hechos?

  – Veinte mil.

  Catástrofe. Veinte mil ejemplares perdidos. Jueves ya. Ni un ejemplar, por tanto, a la venta. Nuestro director vacila un minuto y dice en seguida:

  – Que retiren los dos artículos denunciados y empiecen a tirar otra vez. Voy para allá.

  Los admirables obreros de la imprenta descomponen otra vez las planas, regletean artículos, reducen los huecos, llenan con anuncios de la propia revista los blancos que quedan. Otra vez se empieza a tirar.


En la calle.

  Nuestros muchachos de la Falange están en la calle disciplinadamente desde primera hora para proteger la venta de FE. Los socialistas también han prohibido que el periódico se venda. Ellos y los comunistas han anunciado que impedirán la venta airadamente. No llegará la sangre al río. Pero, previsores, los mozos que participan en el espíritu de nuestra Falange están en la calle desde temprano.

  Se esperaba que saliera el periódico a las once. Dan las once, las doce, las doce y media y el periódico no sale. Nuestros muchachos dan prueba de la mejor disciplina: no se impacientan, ni murmuran, ni desconfían de quienes les han dado las órdenes. Comprenden que ha pasado algo fortuito. Y permanecen en sus puestos.

  A las once y cinco minutos se ha presentado el nuevo número, sin los artículos denunciados, al Gobierno civil. Manda la ley que entre la presentación y la salida transcurran dos horas. A la una y cinco minutos, en punto, invade las calles nuestro grito: iFE! IFE!

  El público arrebata los ejemplares. Sujetos sospechosos miran de soslayo a los vendedores. Pero la debilidad de los vendedores va protegida por la fortaleza serena de nuestros muchachos. No ocurre el menor incidente. La edición se agota en pocos minutos.

  El viernes, por la noche, se vendió una segunda edición. Alcanzó su mayor éxito en Cuatro Caminos. Mal día para los magnates del enchufe. ¡Ya verán en cuanto los trabajadores nos conozcan y los conozcamos!

  En la Puerta del Sol, unos grupos de jóvenes comunistas, preparados desde mucho antes, se lanzaron sobre algunos voceadores. Los muchachos de FE intervinieron de modo severo y resuelto. Los otros abandonaron el campo, después de llevar su merecido. No hubo un ejemplar del periódico quemado ni roto.


Final

  Ya está FE en la calle irrevocablemente. Contra todas las amenazas, contra todas las persecuciones, contra todos los engorros burocráticos.

  Gracias a todos.

  A los recios obreros que se esforzaron en imprimirlo, desdeñosos para las bravatas. Ellos recibirán como premio, más adelante, la seguridad de haber contribuido a que se divulgue una verdad que ha de proporcionar a los obreros las ventajas mayores.

  A los firmes muchachos que protegieron la venta, valerosos y exactos, ni asequibles a la fatiga ni excesivos en el rigor. Ellos recabarán para sí el honor de haber formado la vanguardia cuando una, España, también fuerte y alegre, vuelva a encender la fe del mundo.

  A quienes mandaron a esos muchachos y fueron para su mocedad espejo de valor sereno y de confiada disciplina. Para ellos, el laurel futuro que ganan en los trances de guerra quienes encauzan el valor en precisos taludes de inteligencia.

  A los vendedores impávidos.

  Y, si os parece, a nosotros, los que dimos al primer número y daremos, si Dios quiere, a los demás, nuestra fatiga.

  Ya está aquí FE. La Falange. Y ahora, todos unidos resueltamente en ella, con el brazo en alto, ¡por España, adelante! ¡Arriba España!

  FE, núm. 2, 11 de enero de 1934.