martes, 16 de octubre de 2012

EL FRENTE ROJO


  Eran jóvenes. Eran alegres. Los que les asesinaron no pensaron en ello, ni pensaron en los llantos de sus madres. No olvidaron, sin embargo, el remojar sus gargantas en la suciedad de la taberna. Los que les asesinaron llevaban la marca inconfundible de degenerados.

  Fueron los mismos que nos prometían paraísos rojos, los que nos aseguraban con aire de triunfo que en Rusia no existía el matrimonio y que se podía gozar ilimitadamente de sucios placeres. Fueron los mismos que vendían postales clandestinas en los cabarets de los bajos fondos.

  Los nuestros eran alma y vida de España. Sus camisas azules marcaban un perfil claro en días disciplinados, limpios, heroicos. Sus ARRIBA ESPAÑA contrastaban con los grititos infames de los homosexuales que los asesinaron. Y es que en las filas de la antiespaña bulle todo lo zafio, todo lo repugnante, todo lo degenerado.

  Miradlos, ahí los tenéis. Son infamia y podredumbre; el chulito pistolero, la niña comunista, estudiante en apariencia, el poeta revolucionario, amigo del cabaret y fabricante de poesías chabacanas; los literatos rojos, grandes creadores de artículos de compra=venta y los comerciantes de pasquines y manifiestos subversivos; los “leaders” socialistas, burgueses, llenos de millones mal ganados, que se atreven a hablar de los “pobrecitos proletarios”.

  No hay más: ahí los tenéis a todos; ellos forman el frente rojo.

  ¿Los obreros? Los obreros son sangre y suelo de España, son energía y vida de España, son parte de los nuestros. No los creáis enemigos aunque griten contra nosotros, aunque nos apedreen, aunque sean capaces de disparar contra nosotros. No, camaradas: no son enemigos todos los que os miran con malos ojos cuando voceáis nuestro periódico, cuando repartís nuestras hojas. Son parte misma de nuestras Falanges.

  Llegará un día en que todos los españoles nos abracemos con sincera emoción, un día a partir del cual ya no caerán más nuestros, ya no habrán más luchas, ya no habrá más partidos. Este día veréis, camaradas, como todos los que ahora consideráis enemigos levantan su brazo en signo de amor, en signo de imperio y también veréis como ese frente rojo, -y ese poeta revolucionario, ese chulito comunista, ese banquero socialista- huye otra vez a sus antiguos menesteres –vicio, podredumbre y degeneración-.

  Ese día será de paz entre los hombres y en el veréis sonreír a nuestros camaradas muertos, formados en el más allá y gritando un súper humano ¡¡ARRIBA ESPAÑA!!


Artículo censurado por el gobierno de la II Segunda República en 1936. Escrito por José Antonio Primo de Rivera.

viernes, 14 de septiembre de 2012

ESPAÑA ES IRREVOCABLE


LA UNIDAD DE DESTINO

  Nadie podrá reprochamos de estrechez ante el problema catalán. En estas columnas antes que en ningún otro sitio, y, fuera de aquí, por los más autorizados de los nuestros, se ha formulado la tesis de España como unidad de destino. Es decir, aquí no concebimos cicateramente a España como entidad física, como conjunto de atributos nativos (tierra, lengua, raza) en pugna vidriosa con cada hecho nativo local. Aquí no nos burlamos de la bella lengua catalana ni ofendemos con sospechas de mira mercantil los movimientos sentimentales –equivocados gravísimamente, pero sentimentales– de Cataluña. Lo que sostenemos aquí es que nada de eso puede justificar un nacionalismo, porque la nación no es una entidad física individualizada por sus accidentes orogáficos, étnicos o lingüísticos, sino una entidad histórica, diferenciada de las demás en lo universal por una propia unidad de destino.

  España es la portadora de la unidad de destino, y no ninguno de los pueblos que la integran. España es pues, la nación, y no ninguno de los pueblos que la integran. Cuando esos pueblos se reunieron, hallaron en lo universal la justificación histórica de su propia existencia. Por eso España, el conjunto, fue la nación.

LA IRREVOCABILIDAD DE ESPAÑA

  Hace falta que las peores deformaciones se hayan adueñado de las mentes para que personas que se tienen, de buena fe, por patriotas, admitan la posibilidad, dados ciertos requisitos, de la desmembración de España. Unos niegan licitud al separatismo porque suponen que no cuenta con la aquiescencia de la mayoría de los catalanes. Otros afirman que no es admisible una situación semiseparatista, sino que hay que optar –¡qué optar!– entre la solidaridad completa o la independencia. "O hermanos o extranjeros", dice "ABC", y aún afirma recibir centenares de telegramas que le felicitan por decirlo. Es prodigioso –y espeluznante– que periódico como "ABC", en el que la menor tibieza antiespañola no ha tenido jamás asilo, piense que cumple con su deber al acuñar semejante blasfemia: "Hermanos o extranjeros"; es decir, hay una opción: se puede ser una de las dos cosas. ¡No! La elección de la extranjería es absolutamente ilícita, pase lo que pase, renuncien o no renuncien al arancel, quiéranlo pocos catalanes, muchos o todos. Más aún terminantemente: aunque todos los españoles estuvieran conformes en convertir a Cataluña en país extranjero, seria el hacerlo un crimen merecedor de la cólera celeste.

  España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial; nuestra generación no es dueña absoluta de España; la ha recibido del esfuerzo de Generaciones y generaciones anteriores, y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes el más abusivo fraude, la más alevosa traición que es posible imaginar.

  Las naciones no son contratos, rescindibles por la voluntad de quienes los otorgan: son fundaciones, con sustantividad propia, no dependientes de la voluntad de pocos ni muchos.

MAYORÍA DE EDAD

  Algunos han formulado la siguiente doctrina respecto de los Estatutos regionales: no se puede dar un Estatuto a una región mientras no es mayor de edad. El sermayor de edad se le nota en los indicios de haber adquirido una convicción suficientemente fuerte de su personalidad propia.

  He aquí otra monstruosidad ideológica: se debe, con arreglo a esa teoría, conceder su Estatuto a una región –es decir, aflojar los resortes de la vigilancia unitaria– cuando esa región ha adquirido suficiente conciencia de sí misma; es decir, cuando se siente suficientemente desligada de la personalidad del conjunto. No es fácil, tampoco ahora, concebir más grave aberración. También corre prisa perfilar una tesis acerca de qué es la mayoría de edad regional acerca de cuándo deja de ser lícito conceder a una región su Estatuto.

  Y esa mayoría de edad se nota, cabalmente, en lo contrario de la afirmación de la personalidad propia. Una región es mayor de edad cuando ha adquirido tan fuertemente la conciencia de su unidad de destino en la patria común, que esa unidad ya no corre ningún riesgo por el hecho de que se aflojen las ligaduras administrativas.

  Cuando la conciencia de la unidad de destino ha penetrado hasta el fondo del alma de una región, ya no hay peligro en darle Estatuto de autonomía. La región andaluza, la región leonesa, pueden gozar de regímenes autónomos, en la seguridad de que ninguna solapada intención se propone aprovechar las ventajas del Estatuto para maquinar contra la integridad de España. Pero entregar Estatutos a regiones minadas de separatismo; multiplicar con los instrumentos del Estatuto las fuerzas operantes contra la unidad de España; dimitir la función estatal de vigilar sin descanso el desarrollo de toda la tendencia a la secesión es, ni más ni menos, un crimen.

SÍNTOMAS

  Todos los síntomas confirman nuestra tesis. Cataluña autónoma asiste al crecimiento de un separatismo que nadie refrena: el Estado, porque se ha inhibido de la vida catalana en las funciones primordiales: la formación espiritual de las generaciones nuevas, el orden público, la administración de justicia.... y la Generalidad, porque esa tendencia separatista, lejos de repugnarle, le resulta sumamente simpática.

  Así, el germen destructor de España, de esta unidad de España lograda tan difícilmente, crece a sus anchas. Es como un incendio para cuya voracidad no sólo se ha acumulado combustible, sino que se ha trazado a los bomberos una barrera que les impide intervenir. ¿Qué quedará, en muy pocos años, de lo que fue bella arquitectura de España?

  ¡Y mientras tanto, a nosotros, a los que queremos salir por los confines de España gritando estas cosas, denunciando estas cosas, se nos encarcela, se nos cierran los centros, se nos impide la propaganda! Y la insolencia separatista crece. Y el Gobierno busca fórmulas jurídicas. Pero piense el Gobierno que si España se le va de entre las manos, no podrá escudarse tras de una excusable negligencia. Cuando la negligencia llega a ciertos límites y compromete ciertas cosas sagradas, ya se llama traición.

  (F.E., núm. 15, 19 de julio de 1934)

sábado, 1 de septiembre de 2012

RESUMEN DEL DISCURSO PRONUNCIADO EN EL TEATRO PEREDA, DE SANTANDER, EL DÍA 26 DE ENERO DE 1936


  Dice Primo de Rivera que hoy le corresponde a él hablar de cosas desagradables. Falange sabe que no le es lícito estar ausente de la contienda electoral, como de ninguna coyuntura. La lucha va a plantearse entre dos grandes fuerzas: la de la civilización occidental, cristiana, y un sentimiento ruso, asiático, que insiste en venir a desplazarla.

  Aludiendo al manifiesto de las izquierdas, dice que en él no hay más que unos burgueses prisioneros, a los que se permite un pequeño aleteo para que puedan decir que no les es grata la socialización de la propiedad; pero que se ve que van empujados por la fuerza de las masas soviéticas para establecer el Estado número dos, como ya se llama en Moscú a España. Nos anuncian un sistema en el que se nos achicharrará poco a poco, para implantar el socialismo.

  Frente al bloque de izquierdas, nosotros abogamos por un frente nacional, que cerrará implacable el paso a la revolución con barreras infranqueables a los flancos, pero que sabrá escaparse por arriba en aspiración imperial. No se ha hecho esto y hoy renacen las consignas de 1933. Y volverán a surgir en 1940, repitiéndosenos que se va a hundir la civilización cristiana. Pero para que no se hunda tenemos que poseer algo más que la consigna del miedo: una fe profunda en España. Frente a los gritos de abajo esto y abajo lo otro, hay que gritar: "¡Arriba España, una, grande y libre; por la Patria, el pan y la justicia ... !" (Grandes aplausos.)

  Analiza severamente la labor de las Cortes y habla de la admirable tradición militar de nuestros soldados.

  Ya es hora –exclama– que les demos armas y barcos para que sepan triunfar en las pruebas que merecen. (Ovación y vivas al ejército y a España.)

  Agrega que no se ha hecho nada. En dos años de socialismo se llegó a penetrar hasta en las escuelas; en los dos años siguientes no se ha devuelto a las escuelas su sentido cristiano y nacional. La revolución marxista y separatista de octubre se liquidó en tan cobarde forma, que mientras los grandes culpables obtienen absoluciones e indultos, todo lo han pagado –Dios tenga piedad de ellos– el sargento Vázquez, muerto después de saludar a la bandera, y aquel pobre niño que fusilaron en León.

  Si lo que se promete ahora en vísperas de las elecciones es una política semejante a la que se desarrolló entonces, yo os digo que no cuenten con Falange Española; si ésta es la España que ellos quieren, entonces, camaradas, ya podéis ir pidiendo que se os extienda la carta de ciudadanía de Abisinia.

  Para una España fuerte y libre no regatearemos sacrificios; para la que se sortea cada dos años, ni un cartel, ni un grito ni un voto. (Muy bien. Grandes aplausos.)

  Hablando de las alianzas electorales, dice que Falange Española irá sola donde debe ir; nos abstendremos de presentar candidatos allí donde podamos hacer daño. Expone el concepto de la Patria. Habla de los trabajadores y del problema social. Recuerda los conceptos que expuso en la conferencia que pronunció en el Ateneo de Santander, donde manifestó que, a su juicio, la angustia del mundo y de España es que estamos asistiendo al final del régimen capitalista, aclarando que el capitalismo nada tiene que ver con la propiedad, que necesariamente ha de subsistir a través de todas las evoluciones.

  Dice que el capitalismo es una armadura que incorpora los factores de la propiedad a la dominación financiera.

  Como ejemplo, se refiere a la Cooperativa Sam, y expresa lo que ocurre, con un negocio de leche donde se aúnan los esfuerzos de miles de modestos campesinos que quieren constituir una Cooperativa para obtener directamente los beneficios y cuando comienzan a lograrse éstos una gran empresa extranjera, que tiene grandes negocios en medio mundo, y a la que no le importa nada perder varios millones de pesetas, rebaja el precio de venta unos céntimos y arruina por entero a una provincia como ésta. (Ovación ensordecedora.)

  De este aspecto entero y profundo de la crisis del capitalismo, que oprime no sólo a los obreros, sino a muchos pequeños empresarios, no dice nada la propaganda de las derechas. Todo se les vuelve llamamientos falsos al "honrado obrero", que el obrero, naturalmente, no ha de creer.

  Lo cierto es –sigue diciendo– que a los obreros, hasta que formaron sus Sindicatos, no se les quitó sus jornales de hambre y hasta que no fueron un peligro no les llamaron las derechas. (Aplausos.)

  Expone que Falange quiere desarticular el régimen capitalista para que sus beneficios queden en favor de los productores, con objeto de que éstos, además, no tengan que acudir al banquero, sino que ellos mismos, en virtud de la organización nacionalsindicalista, puedan suministrarse gratuitamente los signos de crédito.
Agrega que si Falange llega al Poder, a los quince días será nacionalizado el servicio de crédito, acometiéndose inmediatamente el problema agrario. Quizá llegue pronto el día en que me vea obligado a responder de estas cosas. (Ovación.)

  Daremos a España justicia. El que ejerce el Poder por audacia o por vanidad no puede ser rígido. Son débiles y crueles. El Estado interino, flojo, es siempre débil y cruel. Termina diciendo que la España del pan para el obrero y de la justicia para todos sí que merece todos los sacrificios. Con diputados, sin diputados o contra los diputados la tendremos. Y entonces sí que cerraremos el paso a quien pretenda destruirla; pero no con nuestros votos, sino con nuestros brazos, con nuestros pechos, con nuestras armas.

  ¡Arriba España!

  (Arriba, núm. 30, 30 de enero de 1936)

lunes, 30 de julio de 2012

CRISIS DEL LIBERALISMO

(Carta publicada en "ABC" el 22 de marzo de 1933.)

A Juan Ignacio Luca de Tena:

Sabes bien, frente a los rumores circulados estos días, que no aspiro a una plaza en la jefatura del fascio, que asoma. Mi vocación de estudiante es de las que peor se compaginan con las de caudillo. Pero como a estudiante que ha dedicado algunas horas a meditar el fenómeno, me duele que ABC –tu admirable diario– despache su preocupación por el fascismo con sólo unas frases desabridas, en las que parece entenderlo de manera superficial. Pido un asilo en las columnas del propio ABC para intentar algunas precisiones. Porque, justamente, lo que menos importa en el movimiento que ahora anuncia en Europa su pleamar, es la táctica de fuerza (meramente adjetiva, circunstancial acaso, en algunos países innecesaria), mientras que merece más penetrante estudio el profundo pensamiento que lo informa.

El fascismo no es una táctica –la violencia–. Es una idea –la unidad–. Frente al marxismo, que afirma como dogma la lucha de clases, y frente al liberalismo, que exige como mecánica la lucha de partidos, el fascismo sostiene que hay algo sobre los partidos y sobre las clases, algo de naturaleza permanente, trascendente, suprema: la unidad histórica llamada Patria. La Patria, que no es meramente el territorio donde se despedazan –aunque sólo sea con las armas de la injuria– varios partidos rivales ganosos todos del Poder. Ni el campo indiferente en que se desarrolla la eterna pugna entre la burguesía, que trata de explotar a un proletariado, y un proletariado, que trata de tiranizar a una burguesía. Sino la unidad entrañable de todos al servicio de una misión histórica, de un supremo destino común, que asigna a cada cual su tarea, sus derechos y sus sacrificios.

En un Estado fascista no triunfa la clase más fuerte ni el partido más numeroso –que no por ser más numeroso ha de tener siempre razón, aunque otra cosa diga un sufragismo estúpido–, que triunfa el principio ordenado común a todos, el pensamiento nacional constante, del que el Estado es órgano.

El Estado liberal no cree en nada, ni siquiera en sí propio. Asiste con los brazos cruzados a todo género de experimentos, incluso a los encaminados a la destrucción del Estado mismo. Le basta con que todo se desarrolle según ciertos trámites reglamentarios. Por ejemplo: para un criterio liberal, puede predicarse la inmoralidad, el antlpatriotismo, la rebelión... En esto el Estado no se mete, porque ha de admitir que a lo mejor pueden estar en lo cierto los predicadores. Ahora, eso sí: lo que el Estado liberal no consiente es que se celebre un mitin sin anunciarlo con tantas horas de anticipación, o que se deje de enviar tres ejemplares de un reglamento a sellar en tal oficina. ¿Puede imaginarse nada tan tonto? Un Estado para el que nada es verdad sólo erige en absoluta, indiscutible verdad, esa posición de duda. Hace dogma del antidogma. De ahí que los liberales estén dispuestos a dejarse matar por sostener que ninguna idea vale la pena de que los hombres se maten.

Han pasado las horas de esa actitud estéril. Hay que creer en algo. ¿Cuándo se ha llegado a nada en actitud liberal? Yo, francamente, sólo conozco ejemplos fecundos de política creyente, en un sentido o en otro.

Cuando un Estado se deja ganar por la convicción de que nada es bueno ni malo, y de que sólo le incumbe una misión de policía, ese Estado perece al primer soplo encendido de fe en unas elecciones municipales.

Para encender una fe, no de derecha (que en el fondo aspira a conservarlo todo, hasta lo injusto), ni de izquierda (que en el fondo aspira a destruirlo todo, hasta lo bueno), sino una fe colectiva, integradora, nacional, ha nacido el fascismo. En su fe reside su fecundidad, contra la que no podrán nada las persecuciones. Bien lo saben quienes medran con la discordia. Por eso, no se atreven sino con calumnias. Tratan de presentarlo a los obreros como un movimiento de señoritos, cuando no hay nada más lejano del señorito ocioso, convidado a una vida en la que no cumple ninguna función, que el ciudadano del Estado fascista, a quien no se reconoce ningún derecho sino en razón del servicio que presta desde su sitio. Si algo merece llamarse de veras un Estado de trabajadores, es el Estado fascista. Por eso, en el Estado fascista –y ya lo llegarán a saber los obreros, pese a quien pese– los sindicatos de trabajadores se elevan a la directa dignidad de órganos del Estado.

En fin, cierro esta carta no con un saludo romano, sino con un abrazo español. Vaya con él mi voto por que tu espíritu, tan propicio al noble apasionamiento, y tan opuesto, por naturaleza, al clima soso y frío del liberalismo, que en nada cree, se encienda en la llama de esta, nueva fe civil, capaz de depararnos fuerte, laboriosa y unida una grande España.

JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA

(ABC,
22 de marzo de 1933)

domingo, 1 de julio de 2012

DECLARACIONES EN "AHORA"


¿Existe en España un peligro cierto de subversión? –Creo que sí–contestaba José Antonio–. Hay un peligro revolucionario cierto, al que hay que hacer frente por dos flancos: uno, preparándose el Estado a defenderse materialmente, y otro, yendo de veras al fondo del problema social para remediarlo. No se puede ignorar ni falsificar este problema social, y ésas son las dos tendencias. De ignorancia y falsificación son las que se están viendo fuera del partido socialista. Una aspira a dedicarse a vivir pacíficamente dentro de una República burguesa, como si no hubiera un problema social tan hondo entre nosotros, y la otra procura falsificar el tratamiento de la cuestión social, convirtiéndolo en una colección de concesiones, como si sirviera para algo el sistema de limar las uñas a la revolución. Lo que hay que hacer es interesar al pueblo en una misma empresa común de mejoramiento, pero no que una clase se dedique a echarle pedazos de carne a otra, irritada y hambrienta, a ver si la aplaca. Hay que tratar la cuestión profundamente y con toda sinceridad, para que la obra total del Estado sea también obra de la clase proletaria. Lo que no se puede hacer es tener a la clase proletaria fuera del Poder. Esto es un hecho decisivo. La clase proletaria, en sus luchas, ha ganado su puesto en el Poder, y quererla dejar de nuevo a la puerta de la gobernación es totalmente imposible. La única solución es que estas fuerzas proletarias pierdan su orientación internacional o extranacional y se conviertan en una fuerza nacional que se sienta solidaria de los destinos nacionales.

–¿Cree usted posible esta transformación de los socialistas?

–Yo creo que sí, que todo socialista español es español a nada que se le rasque, y, por tanto, conservaría sólo lo que tiene de mejor el socialista, que es la tendencia al mejoramiento del obrero y la voluntad de justicia social. Si nosotros tuviéramos socialistas de tipo germánico, marxistas de laboratorio, entonces la cosa sería mucho más difícil; pero creo que casi todo socialista español lleva dentro un español socialista, lo cual es muy distinto.

–Lo que no parece fácil es que el obrerismo español esté propicio a esa sustitución de sus ideales.

–Tal vez no sea fácil, y por ello la obra resulta más atractiva. Pero al final lo entenderán. Frente a nuestro movimiento toda la táctica que se sigue es de deformación. ¡Nadie lo combate de frente; no hay un solo periódico antifascista que tenga la lealtad de combatir al fascismo de frente, sino que lo desfiguran diciendo que es un movimiento de opresión para los obreros! Toda persona medianamente culta sabe que no es eso, sino más bien todo lo contrario.

Ante la amenaza de una subversión que esgrime la masa proletaria no hay más que una de estas soluciones: entregarle el Poder, pactar con ella o convertirla en una fuerza de otro tipo. Las dos primeras soluciones son problemas de Gobierno. Como nosotros no estamos en el Poder, no son de nuestra incumbencia. La tercera es la que nosotros pretendemos y pensamos lograrla mediante la propaganda y la penetración espiritual de las multitudes.

–¿No cree usted en la eficacia de una solución intermedia?

–Esa ha sido la idea de los partidos populistas. Pero a todos los partidos populistas les pasa lo que a la leche esterilizada, que a fuerza de no tener microbios no tiene vitaminas. No representan el peligro que la experiencia fascista lleva en sí, pero no tienen tampoco nuestra fuerza espiritual ni la de los socialistas.

–Sin embargo, todo parece indicar que en el caso de que los socialistas intentaran, aleccionados por la experiencia de Italia y Alemania, un asalto al Poder, quienes tendrían que dar la batalla a la revolución serían las fuerzas de este tipo, los populistas; es decir, Acción Popular.

–¡Como no lo haga la Guardia Civil y la Guardia de Asalto..!

–¿No cree usted en la eficacia de esa organización ciudadana?

–No; primero, porque me parece que no tienen ningún elemento eficaz que utilizar, y segundo, porque jugarse la vida es menos frecuente de lo que parece. La vida no se juega nunca más que por una razón muy fuertemente espiritual. Las milicias conservadoras no existen en este aspecto de la lucha a vida o muerte, porque puestas a defender bienes materiales, la vida siempre vale más.

–En estas condiciones, las fuerzas socialistas, si se adelantan a toda posible organización fascista, tienen muchas probabilidades de triunfar, ¿no es eso?

–No sé. En este momento, y sin hablar de nosotros, evidentemente, la única organización civil fuerte es la socialista.

–¿Hay algo que una a todas las fuerzas de la derecha bajo un denominador común?

–Ese denominador común tampoco lo veo. Yo soy poco aficionado a buscarlo. En todas las alianzas se coincide siempre en lo menos expresivo. Toda coincidencia es una transacción en la que cada uno va dejando lo más enérgico para coincidir en lo más blando. No creo que ante la amenaza de una revolución se pueda levantar el arma de un elemental instinto de defensa, sino otra aspiración revolucionaria, otro entusiasmo de la misma fuerza poética, y ese entusiasmo, que es el que tenemos nosotros en este momento, no creo que tenga ningún antecedente en la actual política española. Hay un grupo, que es el tradicionalista, que tiene positiva savia española y una tradición guerrera auténtica, pero en cambio le falta una cierta sensibilidad y técnica moderna, y probablemente, una adaptación a lo social. Su visión de lo social no es la de nuestros días, aunque tiene muy buena solera gremial. Creo, por tanto, que no sería fuerza suficiente para detener una revolución, a pesar de ser la fuerza de derecha que tiene más espíritu.

–¿Pude haber alguna correspondencia entre este espíritu combativo de ustedes o de los tradicionalistas y la colaboración gubernamental en estos momentos?

–Yo ignoro la relación en que pueda estar el Gobierno con los demás grupos o con Acción Popular. Con nosotros, en ninguna.

–¿Y en el porvenir?

–Yo creo que el porvenir nuestro no va a ser, probablemente, nada que nazca de un contacto con los grupos ya formados, sino que por fuerza esos mismos grupos se vaciarán de su juventud, que vendrá a nosotros. El papel que le va a corresponder a Gil Robles va a ser el de actuar frente a la revolución, con los instrumentos del Poder en la mano. Gracias a esa fuerza parlamentaria y electoral que le ha dado un grupo mayor que los demás en la Cámara, va a ser presidente del Consejo o ministro de la Gobernación, y entonces reprimirá la revolución, pero no con la eficacia de un espíritu que ha vencido a otro, sino con el significado de una organización técnica de lucha mejor. Al asalto de los revolucionarios con fusiles podrá oponer ametralladoras y carros de combate. Pero esto no es un encuentro de dos tendencias revolucionarias, sino de una tendencia política contra un arsenal, contra una técnica militar. Por tanto, eso no creo que cambie en nada la cuestión de la futura posible revolución española.

–Entonces, ¿ustedes no tienen más que esperar a que Gil Robles y su movimiento cumplan su misión y sean superados?

–Pero se puede esperar dormido o despierto. Nosotros esperamos despiertos.

–Está bastante extendida la convicción de que el fascismo no podrá arraigar en España. ¿Que tiene usted que oponer a esta convicción?

–Yo creo que sí arraigará. España ha realizado obras de disciplina maravillosas. Lo que pasa es que esta necesidad nos coge 'después de un siglo de decadencia. En este momento, nuestras virtudes de disciplina y de organización tal vez estén muy enervadas, pero nadie nos dice que no vamos a ser capaces de encontrar el medio de despertarlas. El fascismo es una actitud universal de vuelta hacia uno mismo.Nos dicen que invitamos a Italia. Sí, lo hacemos en lo de buscar nuestra íntima razón de ser en las entrañas propias. Pero esa actitud, copiada, si se quiere, aunque sea eterna, da los resultados más auténticos. Italia se ha encontrado a Italia.
Nosotros, volviéndonos hacia nosotros, encontraremos a España.

–El fascismo es esencialmente nacionalista. ¿En qué radica el nacionalismo que ustedes quieren estimular?

–La Patria es una misión. Si situamos la idea de Patria en una preocupación territorial o étnica, nos exponemos a sentirnos perdidos en un particularismo o regionalismo infecundo. La Patria tiene que ser una misión. No hay continentes ya por conquistar, es cierto, y no puede haber ilusiones de conquista. Pero va caducando ya en lo internacional la idea democrática que brindó la Sociedad de las Naciones. El mundo tiende otra vez a ser dirigido por tres o cuatro entidades raciales. España puede ser una de estas tres o cuatro. Está situada en una clave geográfica importantísima, y tiene un contenido espiritual que le puede hacer aspirar a uno de esos puestos de mando. Y eso es lo que puede propugnarse. No ser un país medianía; porque o se es un país inmenso que cumple una misión universal, o se es un pueblo desgradado y sin sentido. A España hay que devolverle la ambición de ser un país director del mundo.

–No todos los ciudadanos son capaces de concebir los grandes ideales nacionalistas. Al hombre sencillo del pueblo, ¿qué puede llevarle al fascismo?

–Para el que no sea asequible el gran ideal nacional, queda el motor del ideal social. Indudablemente, el contenido próximo del movimiento está en la justicia social, en una elevación del tipo de vida. El fascismo aspira a la grandeza nacional; pero uno de los escalones de esta grandeza es el 1 mejoramiento material del pueblo. Lo social es una aspiración interesante aun para mentalidades elementales; pero, además, lo nacional es asequible a mucha más gente de lo que se cree. Todo socialista español lleva dentro un nacionalista.

(Ahora, 16 de febrero de 1934)

miércoles, 6 de junio de 2012

NACIONAL SINDICALISMO – A LOS COMERCIANTES, INDUSTRIALES Y LABRADORES DE ESPAÑA


  De vosotros depende, como de todos los españoles, que podamos vivir en una España grande y rica. ¿Sabéis cómo? Formando parte de los Sindicatos de Empresarios Nacionalsindicalistas afectos a Falange Española de las J.O.N.S.

  Nuestra organización, una de cuyas bases han sido los Sindicatos obreros, quiere que los comerciantes, industriales y labradores, ingresando en los de Empresarios, demuestren que a ellos también les indigna que España sea campo abierto para toda clase de experiencias destructivas, zona neutral donde se puede hacer todo contra España misma, terreno de lucha para que los, partidos se injurien y las clases se despedacen sin que el Estado se sienta guardián vigoroso de la existencia nacional. Tenéis que demostrar también que sois de los que verdaderamente trabajan por el bien de todos, viviendo de un modo duro, mientras tantos señoritos ociosos y tantos haraganes se llaman a ¡aparte del botín español. Tenéis que mostrar cómo siempre estáis pendientes del afanoso sector de las transacciones y cuando lográis, a fuerza de trabajos y afanes, un modo de vida, una gran parte de vuestros productos va a manos de los usureros que os esquilman o de los bancos que sostienen su lujo con vuestra miseria.

  Cooperando a que se obligue a todos los españoles a ser productores, bien porque trabajen en sus respectivas profesiones, bien porque mediante sus trabajos den ocupación a otros hombres, hacéis que los obreros adquieran el convencimiento de que ambos tendréis intereses comunes que defender. Es necesario que demostréis al obrero que durante los dos años de Gobierno socialista ha aumentado la deuda pública, con tipo de interés más alto que nunca y libre de impuestos (es decir, aumentaron el número de rentistas, que viven del cupón sin trabajar); favorecieron a los bancos y grandes empresas y, en cambio, aumentaron las contribuciones a los comerciantes e industriales; así, el transporte mecánico padeció dos elevaciones y sufrieron aumento en el coste de la gasolina y lubrificantes y sufrieron aumento en los impuestos, incluso en los de rodaje; a la agricultura la desequilibraron, llevando a la ruina a los que verdaderamente pueden producir riqueza y trabajo.

  Cuando aportéis el esfuerzo y la disciplina al movimiento nacionalsindicalista tendréis la gloriosa sorpresa de descubrir vuestra fuerza. La unión y la acción. Entonces seguiréis hasta el fin para gritar con los demás Sindicatos hermanos: ¡Basta de política! ¡Basta de partidos! Queremos un Estado español genuinamente nuestro, nacido de nuestros Sindicatos. No necesitamos una casta de políticos que se interponga entre nosotros y el Estado.

  Unidos todos en nuestra tarea, sin políticos, sin mediadores, podremos hacer otra vez una España de todos, fuerte, respetada y rica. 

¡Arriba España!

José Antonio Primo de Rivera - La Nación, 29 de noviembre de 1934.

martes, 27 de marzo de 2012

DISCURSO PRONUNCIADO EN EL TEATRO CERVANTES, DE MALAGA, EL DIA 21 DE JULIO DE 1935

  Este acto, organizado por Falange Española, parece que nos recuerda hechos anteriores y que produce en nosotros una nueva emoción. Si fuéramos organizando concentraciones en campos de fútbol, con viajes pagados y comilonas espléndidas, el éxito de público estaría descartado. Pero nunca me he sentido yo tan satisfecho como en este ambiente de confidencia, de intimidad, de mangas de camisa, que es señal de pura y sencilla camaradería.

 Alentado por esta familiaridad del acto que celebramos hoy en Málaga, yo os invitaría a partir a las afueras, a marchar al campo, a sentamos bajo la sombra grata de un árbol y cruzar las piernas, y entonces podríamos hacer un cambio de impresiones, contándonos nuestras alegrías, nuestras preocupaciones, nuestras esperanzas.

  Sentados, cobijados bajo el árbol, en ese ambiente de intimidad, yo dejaría vagar mi pensamiento y tal vez cruzara por mi mente el recuerdo de los conquistadores de América, que eran menos, muchos menos que nosotros. Así arribaron a las tierras vírgenes de América, sin que en ella hubiera un solo hombre blanco, y en lo alto de alguna cordillera, con el disco lunar sobre sus cabezas y la extensión infinita de las Pampas por horizonte, comenzaron a fundar los cimientos de la futura gloria dorada de un ancho imperio.

  Vamos a hablar nosotros con absoluta tranquilidad, como si lo hiciésemos a la sombra de un árbol.
¿Sabéis vosotros, camaradas, tiernos camaradas de la organización de Málaga al servicio de la Falange Española, para qué os llamamos y os requerimos los veteranos de la primera hora? ¿Sabéis vosotros cuál ha de ser vuestra misión en Falange? Vais a saberlo.

  Nos ha tocado a las generaciones actuales, a los jóvenes de hoy, abrir los ojos a la vida en la siguiente situación: el mundo viejo, y el orden social quebrándose, deshaciéndose, y una Patria grande y poderosa antes, en ruina; el sistema capitalista agonizante.

  El orden capitalista era una necesidad cuando creció la gran industria y se hizo necesaria la acumulación del capital. Pero la gran industria fue creciendo y absorbiendo al mismo tiempo a los pequeños capitales, a las industrias pequeñas. El capitalismo era, desde el principio, el gran enemigo del obrero, al que reclutaba en las filas anónimas de la fábrica, y era también enemigo del pequeño capital, porque absorbían y aniquilaban las fuentes de producción, sustituyendo al hombre, al industrial pequeño, por unas cuantas hojas de papel, sin nervio ni corazón. El capitalismo convertía a los hombres, los trabajadores, en proletarios, es decir, en individuos que, apartados de los medios productivos, esperaban al cabo de unos días un salario por la prestación de un trabajo abrumador.

  El capital devoraba al obrero, a la industria; devoraba cuanto caía bajo su alcance. Por devorar todo ha empezado a devorarse a sí mismo. Y el hambre aumenta en las clases proletarias, y los obreros parados se multiplican considerablemente, sin hallar el menor resquicio acogedor en el sistema que agoniza.
Esto en cuanto al orden social y económico.

  Pero es que, además, nos hemos encontrado con una Patria que no era ya ni un archivo de recuerdos. ¿No recordáis cómo cuando estudiabais el bachillerato había siempre un profesor estúpido que ponía todo su empeño en haceros ver que, el Apóstol Santiago estuvo presente en la batalla de Clavijo? ¿No recordáis cómo toda la ciencia de ese profesor se reducía a destacar la importancia de que el Apóstol Santiago presenciase la batalla de Clavijo, y no le importaba ni le preocupaba en absoluto el estudio de otras cuestiones que podían suponer motivos de gloria para España.

  Y de la conquista de América nos hablaban, al mismo tiempo que de la torpeza que cometieron los que a aquellas tierras fueron en plan de conquista. Cuando citaban a Carlos V y a Felipe II, ¿no condenaban su intromisión en las guerras religiosas europeas? Los combatían sin tener en cuenta aquel pobre catedrático, que fue lamentable que no se hallase al lado de ellos, en los críticos momentos en que habían de decidirse, para consejarles bien.

  Ya no era ni un archivo de recuerdos. Pero es que, además, nos encontrábamos con una Patria destartalada, venida a menos, inerme, en ruinas, con sus costas abiertas a los de fuera a cualquier posible ataque.
Era una Patria que podía permitir va que en su Constitución se escribiesen estas palabras: "España renuncia a la guerra". España renuncia a la guerra, esto es, que si la atacan no se defiende. Vale tanto como decir: "Me has dado una bofetada. Puedes pegarme otra y las que quieras, porque yo no pienso defenderme". Esto, para nosotros, es un oprobio, una vergüenza. Pues bien: España ha permitido que en las páginas de la Constitución se escriban estas palabras.

  Ante este espectáculo de la España deprimida, arrinconada, inerme; ante un orden social y económico que veía cómo aumentaba el número de hambrientos, de los famélicos, de los miserables, nosotros abrimos los ojos y encontramos que nuestros contemporáneos se hallaban divididos en dos bandos, que llamaremos derechas e izquierda.

  Las derechas españolas se nos han mostrado siempre interesadas en demostrarnos que el Apóstol Santiago estuvo dando mandobles en la batalla de Clavijo. Con esa preocupación obsesionante, se desentendieron por completo de las angustias del pueblo español, de sus necesidades apremiantes, de su situación dolorosa.
Nosotros hemos tenido ocasión de comprobar este estado de desdicha de nuestro pueblo al recorrer día tras día las tierras de España. Nosotros hemos visto en la provincia de León, donde el clima es duro, no este clima dulce y suave de Málaga, a las gentes cobijadas en agujeros bajo la tierra, en montones de tierra ahuecados para que les sirvieran de refugio.

  Vosotros habéis visto, como lo hemos visto nosotros, al hombre trabajando de sol a sol por un plato de gazpacho, y habéis descubierto en los confines de los páramos españoles gentes con ojos iluminados, como en los mejores tiempos, capaces de toda empresa, vivir una vida miserable y dolorosa. La existencia de esas pobres gentes pondría los pelos de punta si la viéramos aplicada a los animales domésticos.

  Pues bien camaradas. Las derechas han hablado de esto sin que nadie se haya preocupado de corregirlo, de evitarlo, y con un poco de espíritu de sacrificio se hubiera podido remediar. Pero los que ensalzaban las glorias de la Patria se desentendían de los que viven bajo las duras tierras de la provincia de León.

  Las izquierdas han venido proclamando a los cuatro vientos la necesidad de Regar a una verdadera justicia social, fuera como fuera, mas al mismo tiempo se esforzaban en arrancar del alma del obrero todo impulso espiritual, todo estímulo religioso. Llenaban de odios las masas obreras, no para mejorar a la Patria, ni para restablecer una más perfecta justicia social, sino para medrar, encaramándose sobre las espaldas de las masas hambrientas, como señor de horca y cuchillo.

 Nosotros, al enfrentamos, al situarnos entre estas derechas y estas izquierdas, no sabíamos dónde incorporarnos. Unas carecían de valor social; otras hundían las grandezas y las glorias de la Patria. Nosotros decidimos encerrarnos en nuestra torre de marfil, donde esperábamos los acontecimientos, creyendo que era hermoso encerrarse en la torre de marfil, de espaldas a las angustias del pueblo.

  Así vivíamos, hasta que, por fortuna, vino una revolución a sacamos de nuestro engaño. Una revolución que nos cogió desprevenidos, como se coge por la cintura a los niños indecisos y se los arroja al mar, donde tendremos que nadar todos, queramos o no queramos.

  Veréis cómo nadamos y vamos lejos, porque nosotros, y ésta es nuestra gloria y nuestra fecundidad, hemos fundido aquellas dos cosas. ¡Qué es eso de canciones y de gritos callejeros, y nada de justicia social! ¡Qué es eso de engañar a los obreros y ocultarles que se puede ser libre, fuerte, dentro de una Patria grande, libre y justa!
Nosotros mismos hemos sacudido nuestra modorra y sacrificado nuestras vocaciones para recorrer España, en los días crudos, con frío o con calor, pero con honradez y lealtad, para decirles a los obreros: "Muchos de nosotros, que no sentimos el hambre que destroza vuestros hogares, que aniquila vuestras vidas, salimos a la calle en defensa de vuestra causa, dispuestos a dar la vida". Y esto no es una falsedad, un engaño más, cuando se tiene a la espalda esa lista de muertos.

  Y por eso esta juventud nuestra, como por obra de milagro, ha encontrado una vena de heroísmo y de valor que se hallaba como escondida, como soterrada muy honda y sale de su casa con un temple que supera al mejor temple antiguo. Aquí tenéis la lista, en la que figura Matías Montero, el fundador del Sindicato Católico de Estudiantes, que, aun sabiendo que estaba amenazado de muerte, no varió siquiera el itinerario para ir a su casa. Jesús Hernández, un niño, quince años. Le dispararon por la espalda un tiro, y en la Casa de Socorro, cárdeno, en el delirio ya de la agonía, todavía pudo cantar entre dientes la vieja canción de las J.O.N.S.: "quiero una muerte española..."

  Y este Manuel Carrión, gerente de un hotel de San Sebastián. ¿No os lo imagináis, tranquilo, dulce, pacífico, con una habilidad extraordinaria para el desempeño de su profesión? Tenía que ser modelo de complacencia, de delicadeza. Pero un día sintió la llamada de lo heroico y redactó unas hojas en vascuence y en castellano, y salió a repartirlas por las calles. Se le amenazó de muerte, y un día le dieron un tiro, por la espalda. Murió sin conceder la menor importancia a la vida. Sólo le interesó el triunfo del ideal por el que derramaba su sangre.
Así, los muertos y los vivos. Hoy tenemos en Sevilla trece camaradas presos, y uno de ellos, uno que, cuando murió Manuel García, alegre, haciendo cara al enemigo, le cogió en sus brazos para que las turbas no lo mutilaran, y dando traspiés, cayendo una vez y levantándose otra, pudo llegar a un lugar seguro, y entonces, dándole un beso en la frente, le dijo: "¡Arriba España!"

  ¿Creéis vosotros que no hemos encontrado la fecundidad de Falange Española en hechos como los que he citado? Esos dos muchachos que recientemente, prendidos en llamas, salieron a la calle gritando: "¡Esto es un atentado comunista!", ¿no es otro ejemplo de fecundidad y de amor a la idea? ¿No es otro ejemplo de heroísmo el no preocuparse de sus cuerpos incendiados y procurar solamente que no cayera la responsabilidad sobre la organización? Así todos los días. Unos caen en las calles, asesinados por la espalda; otros se hallan en las cárceles, desde donde nos escriben llenándonos de emoción. Así da gusto mandar gentes.
Estas víctimas y estas gentes que cartas tan sentidas y fervorosas nos escriben, legitiman nuestro derecho a mandarlas; por eso nosotros os llamamos a todos, deseosos de devolver a España una justicia social firme e inquebrantable y nuevas glorias.

  Ya es hora de que un pueblo lleno de posibilidades deje de ser la finca de unos cuantos. Es hora también de que se pueda prescindir de prestamistas y banqueros, que son tan enemigos del obrero como del patrono. Todo eso lo sabemos arriesgar, sacrificando cuanto tengamos que sacrificar, contra los unos y contra los otros; esto lo decimos aunque, como ya señalaba Raimundo Fernández Cuesta, haya gente que crea que no es necesaria nuestra posición; se dice que no hace falta lo que hacemos; que tenemos un Gobierno de orden; que no hay motivo para sentir preocupación; que las cosas andan ya bastante bien.

  Nada de eso, señores; las cosas no van bien, porque tenemos a la vista una revolución más fuerte y mejor organizada que la de octubre, y porque no queremos que nuestros hijos sientan oprobio al saber que hay hombres que trabajan de sol a sol por un plato de gazpacho y que muchos españoles viven como cerdos.
Nosotros no nos conformamos con nada de esto. No nos conformamos con que no haya tiros en las calles porque se diga que las cosas andan bien; si es preciso, nosotros nos lanzaremos a las calles a dar tiros para que las cosas no se queden como están.

  Ya sabéis la consigna para este verano; para combatir la modorra existente, mezcla de calor y de complacencia. Es necesario que seáis los aguafiestas de España; que cada uno os convirtáis en un aguijón para hacer ver a todos que no nos resignamos con semejante estado de cosas. Esta es nuestra tarea, y para ella es preciso reclamar un primer puesto.

  Nosotros no hacemos concentraciones en campos de fútbol ni contamos con dinero para viajes y comidas. Os dirán las cosas más sandias de nuestra organización. Os harán creer que la Falange es un batallón infantil que propugna la violencia. ¡No importa! Esas mismas frases os dirán dentro de diez años. Igual se nos combatirá. ¡No importa! Seguiremos adelante. Y nos reuniremos en Málaga con este calor de julio o en las montañas frías del Norte. En todas partes seguiremos cambiando impresiones sin preocupamos de lo que digan. ¡No importa! Cada uno en su tumba, habrá un día que sienta retemblar los huesos bajo el paso triunfal de las legiones nuevas. ¡Arriba España!

  Después del almuerzo celebrado en Villa Carlota, dijo estas breves palabras:

  No creáis que voy a parecerme a los demás pronunciando un discurso a la hora de los brindis. Quiero deciros únicamente dos cosas: primero, que hemos comido bastante bien. Pensad en este instante que hay muchos españoles que no comen; segundo, tenemos sobre nuestras cabezas una lona y, frente a nuestra mirada, un mar azul y transparente. Hagamos de esta lona una vela navegante y lancémonos de nuevo por el mar a la conquista de las empresas imperiales. ¡Arriba España!

lunes, 19 de marzo de 2012

PATRIA - LA GAITA Y LA LIRA


¡Cómo tira de nosotros! Ningún aire nos parece tan fino como el de nuestra tierra; ningún césped más tierno que el suyo; ninguna música comparable a la de sus arroyos. Pero... ¿no hay en esa succión de la tierra una venenosa sensualidad? Tiene algo de fluido físico, orgánico, casi de calidad vegetal, como si nos prendieran a la tierra sutiles raíces. Es la clase de amor que invita a disolverse. A ablandarse. A llorar. El que se diluye en melancolía cuando plañe la gaita. Amor que se abriga y se repliega más cada vez hacia la mayor intimidad; de la comarca al valle nativo; del valle al remanso donde la casa ancestral se refleja; del remanso a la casa; de la casa al rincón de los recuerdos.

Todo eso es muy dulce, como un dulce vino. Pero también, como en el vino, se esconden en esa dulzura embriaguez e indolencia.

A tal manera de amar, ¿puede llamarse patriotismo? Si el patriotismo fuera la ternura afectiva, no sería el mejor de los humanos amores. Los hombres cederían en patriotismo a las plantas, que les ganan en apego a la tierra. No puede ser llamado patriotismo lo primero que en nuestro espíritu hallamos a mano. Es elemental impregnación en lo telúrico. Tiene que ser, para que gane la mejor calidad, lo que esté cabalmente al otro extremo, lo más difícil; lo más depurado de gangas terrenas; lo más agudo y limpio de contornos; lo más invariable. Es decir, tiene que clavar sus puntales, no en lo sensible, sino en lo intelectual.

Bien está que bebamos el vino dulce de la gaita, pero sin entregarle nuestros secretos. Todo lo que es sensual dura poco. Miles y miles de primaveras se han marchitado, y aún dos y dos siguen sumando cuatro, como desde el origen de la creación. No plantemos nuestros amores esenciales en el césped que ha visto marchitar tantas primaveras; tendámoslos, como líneas sin peso y sin volumen, hacia el ámbito eterno donde cantan los números su canción exacta.

La canción que mide la lira, rica en empresas porque es sabia en números.

* * *

Así, pues, no veamos en la patria el arroyo y el césped, la canción y la gaita; veamos un destino, una empresa. La patria es aquello que, en el mundo, configuró una empresa colectiva. Sin empresa no hay patria; sin la presencia de la fe en un destino común, todo se disuelve en comarcas nativas, en sabores y colores locales. Calla la lira y suena la gaita. Ya no hay razón –si no es, por ejemplo, de subalterna condición económica– para que cada valle siga unido al vecino. Enmudecen los números de los imperios –geometría y arquitectura– para que silben su llamada los genios de la disgregación, que se esconden bajo los hongos de cada aldea.

(FE, núm. 2, 11 de enero de 1934)

martes, 24 de enero de 2012

GUIONES


Disciplina

  Los jefes se pueden equivocar, porque son humanos; pero, por la misma razón, pueden equivocarse los llamados a obedecer cuando juzgan que los jefes se equivocan. Con la diferencia de que en este caso, al error personal, tan posible como en el jefe y mucho más probable, se añade el desorden que representa la negativa o la resistencia a obedecer.

  Un buen militante de la Falange debe confiar siempre en que los jefes no se equivocan. La jefatura dispone de muchos asesoramientos y pesa muchos datos que no conocen todos. Por eso hay que presumir que los jefes tienen razón, aunque, desde fuera cueste, en algún caso, adivinar sus antecedentes o sus móviles.

  Además hay que suponer en los jefes calidades que los hagan dignos de la jefatura. Si no las tuvieran, no estarían en su puesto, ni quienes les siguen hubieran acatado su autoridad. La autoridad de los jefes se acepta de una vez, y de una vez, por razones hondísimas, se rehusa. Lo inadmisible, por anárquico y deprimente, es que cada cual revise a diario su severo voto de disciplina.


El terreno de lucha

  Falange Española aceptará y presentará siempre combate en el terreno en que le convenga, no en el terreno que convenga a los adversarios.

  Entre los adversarios hay que incluir a los que, fingiendo acucioso afecto, la apremian para que tome las iniciativas que a ellos les parecen mejores.

Murmuración

  La vida es milicia. La Falange es milicia. Y una de las primeras renuncias que lo militar exige es la renuncia a la murmuración. Los soldados no murmuran. Los falangistas no murmuran. La murmuración es el desagüe, casi siempre cobarde, de una energía insuficiente para cumplir en silencio con el deber.

  Aquellos de los nuestros que no se sientan con fuerzas de espíritu para sobreponerse a la comezón de murmurar, deben constituirse en jueces de honor de sí mismos y expulsarse de la Falange por indignos de pertenecer a ella.

Silencio

  Aprendamos cada página y cada línea de la lección de los caídos; esa lección que, para tener todo decoro, se reviste con el supremo derecho del silencio.

El honor de la Falange

  El honor de la Falange es el honor de cada uno de nosotros. Guardémonos de contribuir con nuestros actos o con nuestras palabras a que desmerezca en lo más mínimo el honor de la Falange.

FE, núm.3, 18 de enero de1934.

viernes, 20 de enero de 2012

PUNTOS INICIALES


I. ESPAÑA

Falange Española cree resueltamente en España. España no es un territorio.

NI un agregado de hombres y mujeres.

España es, ante todo, UNA UNIDAD DE DESTINO. Una realidad 'histórica.

Una entidad verdadera en sí misma, que supo cumplir –y aún tendrá que cumplir– misiones universales.


* * *

Por tanto, España existe:

1º. Como algo DISTINTO a cada uno de los individuos y de las clases y de los grupos que la integran.

2º. Como algo SUPERIOR a cada uno de esos individuos, clases y grupos, y aun al conjunto de todos ellos.
* * *
Luego España, que existe como realidad distinta y superior, ha de tener sus fines propios.

Son esos fines:

1º. La permanencia en su unidad.

2º. El resurgimiento de su vitalidad interna.

3º. La participación, con voz preeminente, en las empresas espirituales del mundo.



II. DISGREGACIONES DE ESPAÑA

Para cumplir esos fines, España tropieza con un gran obstáculo: está dividida:

1º. Por los separatismos locales.

2º. Por las pugnas entre los partidos políticos.

3º. Por la lucha de clases.

* * *

El separatismo ignora u olvida la realidad de España. Desconoce que España es, sobre todo, una gran UNIDAD DE DESTINO.

Los separatistas se fijan en si hablan lengua propia, en si tienen características raciales propias, en si su comarca presenta clima propio o especial fisonomía topográfico.

Pero –habrá que repetirlo siempre– una nación no es una lengua, ni una raza, ni un territorio. Es una UNIDAD DE DESTINO EN LO UNIVERSAL. Esa unidad de destino se llamó y se llama España.

Bajo el signo de España cumplieron su destino –unidos en lo universal– los pueblos que la integran.
Nada puede justificar que esa magnífica unidad creadora de un mundo se rompa.

* * *

Los partidos políticos ignoran la unidad de España porque la miran desde el punto de vista de un interés PARCIAL.

Unos están a la DERECHA.

Otros están a la IZQUIERDA.

Situarse así ante España es ya desfigurar su verdad.

Es como mirarla con sólo el ojo izquierdo o con sólo el ojo derecho: de REOJÓ.

Las cosas bellas y claras no se miran así, sino con los dos ojos, sinceramente DE FRENTE.

No desde un punto de vista parcial, de partido, que ya, por serio, deforma lo que se mira.

Sino desde un punto de vista TOTAL, de Patria, que al abarcarla en su conjunto corrige nuestros defectos de visión.

* * *

La lucha de clases ignora la unidad de la Patria, porque rompe la idea de laproducción nacional como conjunto.

Los patronos se proponen, en estado de lucha, ganar más.
Los obreros, también.
Y, alternativamente, se tiranizan.

En las épocas de crisis de trabajo, los patronos abusan de los obreros.
En las épocas de sobra de trabajo, o cuando las organizaciones obreras son muy fuertes, los obreros abusan de los patronos.

Ni los obreros ni los patronos se dan cuenta de esta verdad: Unos y otros son cooperadores en la obra conjunta de la PRODUCCION NACIONAL. No pensando en la producción nacional, sino en el interés o en la ambición de cada clase, acaban por destruirse y arruinarse patronos y obreros.


III. CAMINO DEL REMEDIO

Si las luchas y la decadencia nos vienen de que se ha perdido la idea permanente de España, el remedio estará en restaurar esa idea. Hay que volver a concebir a España como realidad existente por sí misma.

Superior a las diferencias entre los pueblos.

Y a las pugnas entre los partidos.

Y a la lucha de clases.

Quien no pierda de vista esa afirmación de la realidad superior de España verá claros todos los problemas políticos.


IV. EL ESTADO

Algunos conciben al Estado como un simple mantenedor del orden, como un espectador de la vida nacional que sólo toma parte en ella cuando el orden se perturba, pero que no cree resueltamente en ninguna idea determinada.

Otros aspiran a adueñarse del Estado para usarlo, incluso tiránicamente, como instrumento de los intereses de su grupo o de su clase.

Falange Española no quiere ninguna de las dos cosas: ni el Estado indiferente, mero policía, ni el Estado de clase o grupo.

Quiere un Estado creyente en la realidad y en la misión superior de España.

Un Estado que, al servicio de esa idea, asigne a cada hombre, a cada clase y a cada grupo, sus tareas, sus derechos y sus sacrificios.

Un Estado de TODOS; es decir, que no se mueva sino por la consideración de esa idea permanente de España; nunca por la sumisión al interés de una clase ni de un partido.


V. SUPRESIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Para que el Estado no pueda nunca ser de un partido hay que acabar con los partidos políticos.

Los partidos políticos se producen como resultado de una organización política falsa: el régimen parlamentario.
En el Parlamento, unos cuantos señores dicen representar a quienes los eligen. Pero la mayor parte de los electores no tienen nada común con los elegidos: ni son de las mismas familias, ni de los mismos municipios, ni del mismo gremio.

Unos pedacitos de papel depositados cada dos o tres años en unas urnas son la única razón entre el pueblo y los que dicen representarle.

* * *

Para que funcione esa máquina electoral, cada dos o tres años hay que agitar la vida de los pueblos de un modo febril.

Los candidatos vociferan, se injurian, prometen cosas imposibles.

Los bandos se exaltan, se increpan, se asesinan.

Los más feroces odios son azuzados en esos días. Nacen rencores que durarán acaso para siempre y harán imposible la vida en los pueblos.

Pero a los candidatos triunfantes, ¿qué les importan los pueblos? Ellos se van a la capital, a brillar, a salir en los periódicos y a gastar su tiempo en discutir cosas complicadas, que los pueblos no entienden.

* * *

¿Para qué necesitan los pueblos de esos intermediarios políticos? ¿Por qué cada hombre, para intervenir en la vida de su nación, ha de afiliarse a un partido político o votar las candidaturas de un partido político?

Todos nacemos en UNA FAMILIA.

Todos vivimos en un MUNICIPIO.

Todos trabajamos en un OFICIO o PROFESIÓN.

Pero nadie nace ni vive, naturalmente, en un partido político.

El partido político es una cosa ARTIFICIAL que nos une a gentes de otros municipios y de otros oficios con los que no tenemos nada de común, y nos separa de nuestros convecinos y de nuestros compañeros de trabajo, que es con quienes de veras convivimos.

Un Estado verdadero, como el que quiere Falange Española, no estará asentado sobre la falsedad de los partidos políticos ni sobre el Parlamento que ellos engendran.

Estará asentado sobre las auténticas realidades vitales:

La familia.

El Municipio.

El gremio o sindicato.

Así, el nuevo Estado habrá de reconocer la integridad de la familia, como unidad social; la autonomía del Municipio, como unidad territorial, y el sindicato, el gremio, la corporación, como bases auténticas de la organización total del Estado.


VI. DE LA SUPERACIÓN DE LA LUCHA DE CLASES

El nuevo Estado no se inhibirá cruelmente de la lucha por la vida que sostienen los hombres.

No dejará que cada clase se las arregle como pueda para librarse del yugo de la otra o para tiranizaría.

El nuevo Estado, por ser de todos, considerará como fines propios los fines de cada uno de los grupos que lo integren y velará como por sí mismo por los intereses de todos.

La riqueza tiene como primer destino mejorar las condiciones de vida de los más; no sacrificar a los más para lujo y regalo de los menos.

El trabajo es el mejor título de dignidad civil. Nada puede merecer más la atención del Estado que la dignidad y el bienestar de los trabajadores.

Así, considerará como primera obligación suya, cueste lo que cueste, proporcionar a todo hombre trabajo que le asegure no sólo el sustento, sino una vida digna y humana.

Eso no lo hará como limosna, sino como cumplimiento de un deber.

* * *

Por consecuencia, ni las ganancias del capital –hoy a menudo injustas– ni las tareas del trabajo estarán determinadas por el interés o por el poder de la clase que en cada momento prevalezca, sino por el interés conjunto de la producción nacional y por el poder del Estado.

Las clases no tendrán que organizarse en pie de guerra para su propia defensa, porque podrán estar seguras de que el Estado velará sin titubeo por todos sus intereses justos.

Pero sí tendrán que organizarse en pie de paz los sindicatos y los gremios, porque los sindicatos y los gremios, hoy alejados de la vida pública por la interposición artificial del Parlamento y de los partidos políticos, pasarán a ser órganos directos del Estado.

* * *

En resumen:

La actual situación de lucha considera a las clases como divididas en dos bandos, con diferentes y opuestos intereses.

El nuevo punto de vista considera a cuantos contribuyen a la producción como interesados en una misma gran empresa común.


VII. EL INDIVIDUO

Falange Española considera al hombre como conjunto de un cuerpo y un alma; es decir, como capaz de un destino eterno, como portador de valores eternos.

Así, pues, el máximo respeto se tributa a la dignidad humana, a la integridad del hombre y a su libertad.

Pero esta libertad profunda no autoriza a tirotear los fundamentos de la convivencia pública.

No puede permitirse que todo un pueblo sirva de campo de experimentación a la osadía o a la extravagancia de cualquier sujeto.

Para todos, la libertad verdadera, que sólo se logra por quien forma parte de una nación fuerte y libre.

Para nadie, la libertad de perturbar, de envenenar, de azuzar las pasiones, de socavar los cimientos de toda duradera organización política.

Estos fundamentos son: LA AUTORIDAD, LA JERARQUIA Y EL ORDEN.

* * *

Si la integridad física del individuo es siempre sagrada, no es suficiente para darle una participación en la vida pública nacional. La condición política del individuo sólo se justifica en cuanto cumple una función dentro de la vida nacional.

Sólo estarán exentos de tal deber los impedidos.

Pero los parásitos, los zánganos, los que aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás, no merecerán la menor consideración del Estado nuevo.



VIII. LO ESPIRITUAL

Falange Española no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos. No acepta la interpretación materialista de la Historia.

Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos.

* * *

Aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso.

Ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá.

A esas preguntas no se puede contestar con evasivas; hay que contestar con la afirmación o con la negación.
España contestó siempre con la afirmación católica.

La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es además, históricamente, la española.

Por su sentido de CATOLICIDAD, de UNIVERSALIDAD, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación.

Así, pues, toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico.

Esto no quiere decir que vayan a renacer las persecuciones contra quienes no lo sean. Los tiempos de las persecuciones religiosas han pasado.

Tampoco quiere decir que el Estado vaya a asumir directamente funciones religiosas que correspondan a la Iglesia, ni menos que vaya a tolerar intromisiones o maquinaciones de la Iglesia, con daño posible para la dignidad del Estado o para la integridad nacional.

Quiere decir que el Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos.


IX. LA CONDUCTA

Esto es lo que quiere Falange Española.

Para conseguirlo, llama a una cruzada a cuantos españoles quieran el resurgimiento de una España grande, libre, justa y genuina.

Los que lleguen a esta cruzada habrán de aprestar el espíritu para el servicio y para el sacrificio.

Habrán de considerar la vida como milicia: disciplina y peligro, abnegación y renuncia a toda vanidad, a la envidia, a la pereza y a la maledicencia.

Y al mismo tiempo servirán ese espíritu de una manera alegre y deportiva.

* * *

La violencia puede ser lícita cuando se emplee por un ideal que la justifique.

La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o por la insidia– se las ataque.

Pero Falange Española nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.

Mienten quienes anuncian –por ejemplo– a los obreros una tiranía fascista.

Todo lo que es HAZ o FALANGE es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.

Falange Española, encendida Por un amor, segura en una fe, sabrá conquistar a España para España, con aire de milicia.

(FE, núm.1, 7 de diciembre de 1933)