jueves, 23 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD PATRIOTA Y FALANGISTA

QUE EL PRÓXIMO AÑO 2011 NOS TRAIGA EL PAN, LA PATRIA Y LA JUSTICIA


JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA
¡¡¡PRESENTE!!!

¡ARRIBA ESPAÑA!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

MIENTRAS ESPAÑA DUERME LA SIESTA

  ¿Cuál habrá sido la impresión de cada uno de vosotros, camaradas estudiantes, al regresar a vuestras casas, acabado el curso? Durante muchos meses habéis vivido a diario la tensa existencia de la Falange; habéis llegado a entender la vida al través de una actitud completa, de un sentido total, aplicable a lo grande y a lo menudo; vuestra apostura se ha hecho al garbo de la camisa azul; habéis adquirido un vocabulario inconfundible. Y ahora volvéis a vuestras casas, en el campo, en la costa, en las pequeñas ciudades de provincia. Algunos hallaréis que el aliento de la Falange ha llegado hasta vuestras casas, y que en ellas vuestro lenguaje no disuena. Pero muchos, probablemente los más chocaréis con una cosa impalpable que os hará sentiros como forasteros en el contorno de vuestra infancia. Acaso habíais imaginado que, al compás de vuestro crecimiento interior, todo crecía por igual en todas partes. Y ahora, de pronto, descubrís que no, que todo sigue, allá, en los lugares nativos, tal como estaba antes que empezara para vosotros la gozosa iniciación de la Falange.

  Quizá los que no vacilasteis en las ocasiones de mayor peligro empecéis a desfallecer al encontramos solos, lejos de todo camarada, entre un ambiente escéptico, cuando no hostil. Os acometerá el desaliento de pensar que todo lo que hacemos es inútil contra la sordera pétrea de España. Y no es imposible que en alguno comience a abrir mella el argumento que con más profusión usará, de seguro, contra la terquedad de la Falange, la socarronería lugareña:

  –Eso del fascismo estaba bien en los tiempos de Azaña y los socialistas, cuando no se nos dejaba vivir. Pero ahora gobiernan las derechas y las cosas andan mucho mejor. Lo que necesitamos es paz, y ya vamos teniéndola.

  Paz y siesta. Eso es lo que apetecen, como programa máximo, las tres cuartas partes de esta España que ha renunciado a la guerra en la Constitución y que ha perdido, estragada, el regusto antiguo de lo heroico. Para esas tres cuartas partes de España, la línea de vida nacional alcanzada, poco más o menos, el 13 de abril de 1931, estaba bastante bien. Estaría mejor aún si se rebajaran algo los impuestos y se redujera el servicio militar. Lo ocurrido a partir de 1931 fue como una especie de zarabanda diabólica en que todo se puso patas arriba; pero, pasado el barullo, la feliz alianza de los antielericales durmientes del partido radical con los antiguos luises de la C.E.D.A. promete un restablecimiento del orden, es decir, de lo que regía antes de Azaña. ¿Qué más puede pedirse? ¿No sois vosotros –os dirán– gente de orden? ¿No os organizabais militarmente para mantener el orden? Pues si ya lo tenéis asegurado por el Gobierno, no hacéis ninguna falta.

  Si alguno vacila, ablandado por esos argumentos comodones, que acuda pronto con el alma a la comunidad de toda la Falange, tendida en cuerdas invisibles durante los meses de separación, al través de las tierras españolas. Y oirá cómo la voz entrañable de la Falange le dice:

  –Todo eso es torpe palabrería de gentes cansadas y miopes. En primer lugar, ya verán, dentro de poco, el nublado que se les viene encima. Pero, en segundo lugar, nosotros no queremos vegetar en el orden antiguo. Bajo él España soportaba la humillación internacional, la desunión interna, la desgana de las empresas grandes, la incuria, la suciedad, la vida infrahumana de millones de seres.

  Hoy mismo, bajo este sopor caliginoso en que todos los egoístas de España sólo aspiran a la siesta, hay pueblos y pueblos españoles abrasados, sin una hoja de árbol que temple la ferocidad del clima, en los que no es posible beber un vaso de agua que no sepa a sal o podredumbre. Y nada de eso puede remediarse a paso conservador –es decir, dentro del orden, del respeto a los derechos adquiridos y demás zarandajas–, sino metiendo el arado más profundo en la superficie nacional y sacando al aire todas las reservas, todas las energías, en un empuje colectivo que un entusiasmo formidable encienda y que una decisión de tipo militar ejecute y sirva. Hay que movilizar a España de arriba abajo, ponerla en pie de guerra. España necesita organizarse de un salto, no permanecer en cama como enfermo sin ganas de curar, entre los ungüentos y las cataplasmas de una buena administración.

  He aquí, camaradas, cómo ahora más que nunca son necesarias las consignas de nuestra fe. Antes todavía, la incomodidad ahuyentaba el sueño de España; ahora nada cierra el paso al sopor. Todos los gusanos se regodean por adelantado, con la esperanza de encontrar otra vez a España dormida para recorrería, para recubrirla de baba, para devorarla al sol. Sea cada uno de vosotros un aguijón contra la somnolencia de los que os circundan. Esta común tarea de aguafiestas iluminados nos mantendrá unidos hasta que el otoño otra vez nos congregue junto a las hogueras conocidas. El otoño, que acaso traiga entre sus dulzuras la dulzura magnífica de combatir y morir por España.

(Haz, núm. 7, 19 de julio de 1935)

domingo, 19 de diciembre de 2010

Homenaje al mejor hombre de España

NUPCIAS ESTÉRILES

  En Salamanca, el otro día, se han ratificado en público las más vivas protestas de amor entre el partido radical y la C.E.D.A. No para hoy ni para mañana, sino para todos los días, presentes y futuros, ha quedado sellada la alianza indisoluble.

  Fue en ocasión de conferirse al señor Gil Robles y al señor Casanueva el título de hijos predilectos de la vieja ciudad universitaria. No faltaron al regocijo las blancas melenas del señor Lerroux y del señor Portela Valladares, a las que pocos, cuando aún negreaban en los días guerrilleros de la mocedad, hubieran barruntado estar destinadas a aumentar el decoro de una fiesta tan conservadora, tan apacible como ésta de otorgar a los señores Gil Robles y Casanueva la filiación predilecta de Salamanca. Propicio así el ambiente a las efusiones, no tardó en sobrevenir la declaración terminante de amor eterno. Así, si las piedras duermen, las doradas piedras de Salamanca dormirían tranquilas aquella noche, en la seguridad de que si ya no existen el Imperio español, la Universidad española ni apenas España, en cambio podríamos presentar ante el mundo la afianza tierna y fuerte del partido radical y de la Confederación de Derechas Autónomas.

  Sin embargo, no esperen las piedras salmantinas presenciar en años sucesivos nuevas fiestas que canten la fecundidad de estos desposorios. La unión cedorradical es estéril.

  El radicalismo se quedó sin el último resto de programa tan pronto como se hizo conservador. Antes había perdido su color popular cuando el socialismo atrajo hacia la lucha de clases el ingenuo entusiasmo que hasta entonces consagraban los obreros al sueño de una República más o menos federal. Se quedó así con las escuadras de los jóvenes bárbaros, cuya aspiración más precisa parecía ser el atropello físico de las monjas: semejante programa (en el qué al ardor anticlerical se mezclaba un viejo apetito español atormentado e insatisfecho) fue, con excelente acuerdo, cancelado. Pero ya sin masas obreras y sin barbarie antimonjil, ¿qué quedaba al partido radical? Quedaba la ancianidad del señor Lerroux, llegada justamente a punto para depararle cierta aureola de veneración, y quedaba –debajo– la solidaridad de la vieja guardia en la celosa conservación del patrimonio casi familiar. Recuerdos.

  Por su parte, la C.E.D.A. también pareció tener, aunque más corta, una ardorosa juventud (con minúscula, compañero linotipista, no vaya a pensar nadie que nos referimos a la vetusta J.A.P.). Los primeros tiempos de Gil Robles, bajo el bienio de Azaña, fueron animosos y combativos. Durante ellos se renovó la invocación de valores espirituales antiguos, como si se quisiera que la política no fuese sólo pugna de intereses. El efecto de las grandes palabras fue rápido y, en cierto aspecto, confortador: miles y miles de personas salieron de sus casas dispuestas al esfuerzo y aun al sacrificio. Pero ¡ay!, la política es como un estupefaciente: quienes la prueban con algún gusto, acaban por enviciarse en ella. Poco a poco, lo que nació como caliente movimiento espiritual fue convirtiéndose en partido como los otros; cada día se fueron arriando más banderas inalienables –las de todo lo espiritual– para ganar en un toma y daca de cosas tangibles. Pronto los haberes del clero y la Contrarreforma agraria importaron más a la C.E.D.A. que el crucifijo en las escuelas, la indisolubilidad del matrimonio y el prestigio internacional de España.

  Tales son –valga hoy nuestra primera plana como sitio propio para la "Crónica de sociedad"– los contrayentes. Por mucho que quiera paliarlo nuestra cortesía de cronistas de salones, la cruda realidad dice a gritos que se trata de una boda por interés, sin amor, ni alegría, ni esperanzas de descendencia.

JUVENTUDES DE ESPAÑA

  Cuando los ministros sensibles –que hay algunos– del actual Gabinete tiendan la vista en derredor, percibirán con angustia sombría la falta de todo grupo juvenil en torno suyo. Como los árboles, a veces seculares, de los escasos bosques de España, estos ministros no se podrán mirar en el consuelo de renuevos que crezcan en torno suyo; saben que con su propia muerte vendrá la muerte del bosque en que nacieron.

  Los muchachos de España sienten el más completo desvío hacia estas rancias cosas que se llaman C.E.D.A., agrarios y partido radical. Es inútil que unos y otros se finjan la existencia de Juventudes, cuya misión, estimulante de la más benévola risa, parece consistir en afectar ademanes malhumorados y reclamar todo el Poder para el jefe (cada Juventud para su jefe, cosa que a los jefes de las otras Juventudes les debe de hacer mucha gracia).

  Es inútil que nos aseguren que el señor Calzada, por ejemplo, tiene veinticinco años; con ser ello cronológicamente verdad, no hay quien atribuya al señor Calzada menos de sesenta al conocer su voz engolada, su aire serio de hombre que está en todas las combinaciones y su afición, ya irreprimible, a las ¡das y vueltas de la política. Todo eso es inútil: la juventud de España, la auténticamente joven y combativo, está con el marxismo o está con nosotros (salvo, si se quiere, un pequeño y respetable grupo que permanece con desinterés ejemplar bajo las banderas tradicionalistas). Los hombres inteligentes de nuestra generación se han dado cuenta, en España como en toda Europa, de que el sistema liberal capitalista del siglo XIX está en sus últimos estertores, y se aprestan –con la dura vocación para el sacrificio que existen estas épocas de paro– a alumbrar un orden nuevo. Los marxistas creen que ese orden es necesariamente el suyo; nosotros, conformes en gran parte con la crítica marxista, creemos en la posibilidad de un orden nuevo sobre la primacía de lo espiritual.

  Estas dos maneras –profundas, completas, responsables– de entender el mundo se reparten el alma de la juventud. Lo demás es cuquería, cuando no simple estupidez. Es querer hacerse los distraídos ante un mundo que cruje. Tal es el intento de todos los grupos conservadores, se llamen como se llamen, y de sus pretendidas Juventudes Y para hacerse mejor los distraídos, para que la digestión no se les inquiete con ninguna alusión molesta, se apresuran incluso a prohibir emblemas, camisas, banderas, todos los atributos de los que adivinan, más allá de las tormentas, una nueva concepción del mundo.

  ¡Juventudes de España! ¡Juventudes nuestras y juventudes revolucionarias marxistas, de cuyas filas vendrán muchos a nuestra revolución social y nacional! Nosotros nos combatiremos de una manera trágica a veces, pero que en su misma tragedia gana dimensiones de historia. Este Estadito liberal, anémico, decadente, nos combate a unos y otros con las medidas angustiosas, chinchorreras e inútiles que le, sugiere su inspiración agonizante. ¡No importa! Esto pasará, y vosotros, o nosotros, triunfaremos sobre las ruinas de lo que por minutos desaparece. Para bien vuestro y NUESTRO –aunque ahora no lo creáis y aunque a veces hayamos dialogado a tiros–, será nuestra revolución nacional la que prevalezca. ¡Arriba España!

(Arriba, núm. 15, 27 de junio de 1935)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

LO NACIONAL Y LO BURGUES

  Esto es lo más tremendo. Ya a los pocos días de la revolución de octubre el más autorizado de los nuestros advirtió el peligro; se adivinaba cómo el carácter antinacional de la intentona iba a ir oscureciéndose, gracias a las derechas gobernantes, bajo la interpretación absorbente de su sentido antiburgués. Como complemento de tal deformación, era de prever que a la victoria magnífica de nuestro Ejército sobre la revuelta se la presentase, no como triunfo del genio nacional contra lo antínacional (separatismo y marxismo antinacionalista), sino como triunfo del orden burgués contra lo antiburgués (subversión proletaria). Así ha sido. Lo más terriblemente grave de la madrugada del 7 de octubre, el alzamiento separatista de la Generalidad, apenas es recordado por nadie (como si pudiera olvidar, quien los escuchó por la "radio", aquellos gritos de pesadilla: ¡Catalanes, a las armas, a las armas!).

  En cambio, todos los focos de la crítica se han concentrado sobre la faceta de rebelión social presentada en Asturias. Y todas las medidas que piden, aunque sin éxito, las "gentes de orden", van encaminadas a evitar la reproducción de alzamientos proletarios.

  ¿Será que el sentido de la Patria se halla totalmente embotado en las frígidas gentes de Acción Popular? Todo puede ocurrir cuando se educa a una generación en el horripilante cultivo de la técnica y de la cautela. Pero hay otra cosa debajo: las miras electorales. Los jerarcas de la C.E. D. A. saben bien que los arrebatos de patriotismo son esporádicos, mientras que el afán conservador es permanente. Las masas electorales de la C.E.D.A., por lo común bien avenidas con su posición económica, perdonan la debilidad de un separatista, pero no perdonan fácilmente la que se tuviera con quien les amenazó en su bienestar.

  Los votos importan más que los afectos.

LOS SOCIALISTAS

  Si no quedaran reservas de estupor, nos hubiera asombrado la presencia en Palacio de la Esquerra catalana y de los socialistas para evacuar consultas. Cuando la causa de la crisis ha sido, según palabras autorizadas, una discrepancia en el modo de entender cómo debe líquidarse la revolución de octubre, es decir, cuando se declara que la revolución de octubre está sin liquidar, ¿qué espíritu no contaminado por lo que se llama la política será capaz de entender esto de que la Esquerra y los socialistas, aún no reintegrados a la ley, acudan a Palacio?

   Pero aún es más asombroso el cinismo de la nota socialista explicando los términos de la contestación dada al presidente. Los socialistas, cuya actuación en octubre es bien conocida, tienen la audacia de lanzar sobre el resto de los españoles la acusación de violencia y de crueldad y de afirmar que el socialismo no se ha salido de la ley.

  Acostumbrados los leaders marxistas al juqoso oficio de embaucar a sus masas, juzgan, sin duda, la rueda de molino alimento normal para los estómagos españoles.

  Aparte el cinismo de la nota, ¿es explicable, en términos de moral corriente, que un partido compagine su acatamiento externo a las instituciones con la diaria actitud de amenaza y de provocación en que vive el partido socialista? Por que sus centros estarán oficialmente clausurados y su Prensa oficialmente suspendida; pero nadie desconoce la abundancia y el tono del material impreso que los socialistas lanzan a diario, sin cuidarse mucho siquiera de darle una apariencia de clandestinidad.

(Arriba, núm. 3, 4 de abril de 1935)

viernes, 10 de diciembre de 2010

"UNA JUSTICIA SOCIAL PROFUNDA".– LA CUARTILLA AUTÓGRAFA QUE JOSÉ ANTONIO DIO AL PERIODISTA PORTUGUÉS OSCAR PAXECO, CORRESPONSAL DE "DIARIO DA MANHA", DE LISBOA.– FRAGMENTO DE LA ENTREVISTA CONCEDIDA A PAXECO

  En determinado momento le pregunté si él juzgaba necesaria e inevitable una dictadura. Y el hijo del último dictador, rápido, sin, vacilar, declaró:

  – Como el anterior experimento, de ninguna forma. Al régimen de mi padre faltole en espíritu doctrinario lo que le sobró en acción, a veces desordenada. Considero, no obstante, necesario un régimen autoritario que aliente un espíritu nacional fuerte y que imponga una justicia social profunda.

  Y más adelante, como le hablase de la obsesión de muchos españoles, los izquierdistas de entonces, empezados en realizar la tan decantada "unión ibérica", José Antonio recalcó al respecto:

  – No lo creo. La España verdadera no abriga tal sentimiento. Portugal y España serán siempre dos naciones hermanas y amigas, pero anote bien, siempre "dos naciones".

  La imperfección de mi castellano le hizo temer de que alterase involuntariamente sus declaraciones.

  – Uso un castellano apretado y duro. Por eso odio los resúmenes periodísticos. En cuanto se me abrevia la ya breve expresión del lenguaje, se me quedan las frases en los huesos. Quizá por tal causa –concluyó sonriendo– nadie me traga. Los huesos no se digieren.

  Para obviar tal riesgo se ofreció gustoso a redactar unas cuartillas con la síntesis de sus postulados. En un fragmento autógrafo dice lo siguiente:

  "Lo esencial de un Movimiento es esto: encontrar una norma constante que sirva de medida para regular los derechos y deberes de los hombres y de los grupos. Quiero decir: sustituir las luchas de partidos y de clases por una estructura orgánica que encamine el esfuerzo de todos en el servicio común de la Patria. Para esto es preciso:

  Primero, devolver a España un sentido histórico fuerte, una convicción enérgica de su destino universal.

  Segundo, restaurar las primicias de las virtudes heroicas.

  Tercero, implantar una justicia social profunda, que considere a todo el pueblo como una comunidad orgánica de existencia y establezca un reparto mejor de los placeres y sacrificios."

  Diario da Manha, en su edición del 20 de noviembre de 1943 reprodujo la fotocopia de las aludidas declaraciones autógrafas, proporcionadas al periodista Paxeco el 14 de diciembre de 1934.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ESPAÑA INCÓMODA

  Yo fui también de los que aspiraron a vivir en su celda. No sé de privilegio más atractivo que este de haber encontrado la vocación de haberse encontrado uno mismo. La mayor parte de los mortales viven como descaminados, aceptan su destino con resignación, pero no sin la secreta esperanza de eludirlo algún día. He visto a muchos hombres que en medio de las profesiones más apasionantes –como por ejemplo, la magnífica, total, humana y profunda profesión militar– soñaban con escaparse un día, con hallar un portillo que los condujera a la tranquilidad burocrática o al ajetreo mercantil. Estas son gentes que viven una falsa existencia; una existencia que no era la que les estaba destinada. A veces siento pirandeliana angustia por la suerte de tantas auténticas vidas que sus protagonistas no vivieron, prendidos a una vida falsificada. Por eso miro en lo que vale el haber encontrado la vocación. Y sé que no hay aplausos que valgan, ni de lejos, lo que la pacífica alegría de sentirse acorde con la propia estrella. Sólo son felices los que saben que la luz que entra por su balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa que les está asignada en la armonía del mundo.

* * *

  Pero hoy no podemos aislarnos en la celda. Primero, porque sube de la calle demasiado ruido. Después, porque el desentendemos de lo que pasa fuera no sería servir a nuestro destino en el destino universal, sino convertir monstruosamente a nuestro destino en universo. Nuestra época no es ya para la soberbia de los esteticistas solitarios ni para la mugrienta pereza, disfrazada del idealismo, de aquellos perniciosos gandules que se ufanaban en llamarse rebeldes. Hoy hay que servir. La función de servicio, de artesanía, ha cobrado su dignidad gloriosa y robusta. Ninguno está exento –filósofo, militar o estudiante– de tomar parte en los afanes civiles. Conocemos este deber y no tratamos de burlarlo.

  En España, menos todavía. Nuestra España está huérfana de un orden armonioso. ¿Cómo, sin él, podrá nadie estar seguro de ocupar su puesto en la armonía? Nuestra España –que se calificó por ser un estilo, según Menéndez y Pelayo– es hoy la cosa menos estilizado del mundo. En sus cimientos populares hay, sí, yacimientos magníficos de civilización reposada y exacta; pero ¡cuánto cascote sobre los cimientos! No se sabe qué es peor, si la bazofia demagógica de las izquierdas, donde no hay manoseada estupidez que no se proclame como hallazgo, o la patriotería derechista, que se complace, a fuerza de vulgaridad, en hacer repelente lo que ensalza. Y producido por el alborozo de las izquierdas y las derechas, un caos ruidoso, confuso, cansado, estéril y feo.

* * *

  Nosotros, estudiantes, no os llamamos con la invocación del nombre de España a una charanga patriótica. No os invitamos a cantar a coro fanfarronadas. Os llamamos a la labor ascética de encontrar bajo los escombros de una España detestable la clave enterrada de una España exacta y difícil.

  No venimos sólo a execrar como antipatriotas a tantos y tantos críticos de España como se adelantaron a formular nuestro descontento. Venimos a reprocharles que no añadieran a su crítica mayor efusión. Pero su descontento es nuestro. Nuestra manera de servir a España tendrá que ser también rigurosa. Tendremos que hendir muchas veces la carne física de España –sus sustos, su pereza, sus malos hábitos– para libertar a su alma metafísica. España nos tiene que ser incómoda. ¡Dios nos libre de encontrarnos como el pez en el agua en esta España de hoy! Tenemos que sentir cólera y asco contra tanta vegetación confusa. Y sajar sin contemplaciones. No importa que el escalpelo haga sangre. Lo que importa es estar seguro de que obedece a una ley de amor.

(De Haz, primera época, núm. 1, 26 de marzo de 1935)